Pero
¡que calor! Y eso que eran las nueve y cuarto de la mañana. La gente que bajaba
del autobús resoplaba mirándose unos a otros mientras comentaban – ¡que será
cuando llegue agosto! La verdad es que apenas acabábamos de estrenar el mes de
mayo y las temperaturas ya alcanzaban unos valores propios de la estación
veraniega.
Enfrascada
en el repaso mental de mi despensa me evadí de lo que ocurría a mi alrededor.
Me adentré en el establecimiento y comencé a sacar la bolsa que tan de moda se ha
puesto con tanto ecologismo, que dicho sea de paso solo beneficia a los supermercados.
Como
casi siempre que vamos a la compra terminamos cargando más de lo que en un
principio pensábamos comprar. Y claro, yo cargué más de lo necesario, aunque
indudablemente lo necesitaría más adelante.
Me
eché la bolsa al hombro y me dije: para que voy a coger el autobús si son dos
paradas. Y sí, dos paradas son, pero con el calor apretando y el esfuerzo de la
carga iba con la boca abierta y con la lengua afuera cual perro sofocado. Con
los cascos puestos, iba oyendo música latina en el mp4, (hay que ver como
avanza esto de la técnica) para animar el trayecto a fin de desviar el
pensamiento del sofocante calor, mientras pensaba con alivio: “ya llego, veo el
edificio”.
Al
doblar la esquina de la calle vi que sujetaban la puerta del portal y me dije:
“qué bien así no paro a sacar las llaves”. Atravesé el umbral, suspiré y entonces oí unas voces en el último
rellano de la escalera, en el estaban
¡como no! el inquilino del primero, su mujer y un crío que subía.
Por
todo saludo mi vecino me increpó: – ¡anda que no se qué haces por las noches!
Extrañada
le repliqué: –Hago lo que normalmente se suele hacer.
–
Pues toda la noche te oigo andar de un lado para otro – insistió, a lo que
contesté – ¡Ah, Ahora caigo! Es la sala de baile que he montado para aprender
salsa. ¿Pero, no escucha como sube y baja la gente por la escalera?
Ante
el sarcasmo de mi respuesta se enfadó y con tono airado remató: –que sepas que
te oigo, a saber lo que haces, cualquier cosa menos dormir.
–Claro
que lo sé –me defendí –, dormir y levantarme al baño cuando lo necesito, que ya
me gustaría a mí entretenerme en hacer otras cosas y otros ruidos mucho más
placenteros, que quizás le gustasen menos por recordarle tiempos mejores. Pero
desde luego, la próxima vez que me comente algo similar, me pongo una música
flamenca y le bailo un zapateado.
© Todos los derechos reservados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario