Estoy cansada de intentar una y otra vez subir
fotos al blog y no poder, será que la técnica se rebela contra mí, o que desde
que estoy en “los madriles” tengo que sentarme de madrugada para que el
portátil obedezca mis órdenes.
Sólo lleva diez días fuera de su cómoda
mesa en la que se sentía protegido, admirado y con todo su equipo mimándole, y
ya ha decidido rebelarse ante tanto trasiego: que si ahora en el despachito con
la mesa de cristal encajonada y la lámpara negra sobre él, que si luego en la
mesa blanca de la habitación que compartimos con la tele y la play, luego otro
rato en el dormitorio de la niña, con la
enorme y robusta mesa de pino (que tiene más años que Matusalén) ¡la de libros
estudiantiles que ha soportado! Y no es eso lo peor… si no ¡los que le quedan
por aguantar!
Quizás por ello se rebela o quizá es su
forma de decirme: vámonos a casa, que apenas pasas tiempo en mi compañía y echo
de menos las caricias de tus dedos, tu voz cuándo reflexionas sobre el cuento
de turno, o cuando te enfadas y me cierras de golpe por que no encuentras las
palabras exactas para expresar lo sentimientos.
Añoro tus charlas a través de Skype con tu
prima, la que se encuentra en el continente africano… siempre te hacen
sonreír, a veces escucho las sonoras
carcajadas por las ocurrencias irónicas de ambas y que sólo vosotras
comprendéis.
Todo esto para terminar diciendo:
¡Llévame a casa!!
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