Oscurece en la pradera y en
el bosque comienza la música como si de los tam tam se tratase. Miles de ojos
se desperezan a su ritmo, linternas minúsculas que alumbran la noche.
Sin embargo otros duermen
tras un día agotador, orugas que luchan por salir de su prisión antes de
tiempo, con movimientos convulsos intentan hacer un agujero para salir por el
hacia la libertad. No saben que en cuanto lo consigan su frágil belleza
se apagará en unas horas.
Un precio muy alto para
aletear sobre las flores, chupar su nectar, notar el calor del sol sobre sus
frágiles cuerpecillos y continuar su ciclo vital hasta fenecer, y otra nueva
generación con los mismos movimientos quedarán agotados por conseguir esa
efímera libertad.
La noche sigue avanzando
inexorable hasta morir, mientras las diminutas linternas se adormecen como si
una red les aprisionara sus prqueñas cabezas.
Sueñan con un nuevo anochecer donde dar rienda suelta a sus instintos y volar a través de los árboles en busca de alimento para sobrevivir, o una grácil compañera que le agrade sus requiebros para compartir su nido.
Son diferentes pero
luchadores de libertad unos y los otros se sienten libres por que cruzan el
viento a placer, todo ello sin saber que son ciclos programados por unas leyes
invisibles que se han de cumplir inexorablemente.
Al despertar se halló cubierta por la arena y la espuma de las olas que la arrastraban hacia la inmensidad donde pertenecía.
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