Después
de diez años de matrimonio Sara sentía que su soledad cada vez era más
angustiosa, la monotonía se había apoderado de su hogar, lo que en un principio
fue un mundo lleno de amor e ilusión por construir una vida juntos, se tornó
costumbre e indiferencia.
Ninguno
de los dos quería exponer el problema, pues ambos intuían que todo estaba roto,
era muy difícil comenzar de nuevo con la economía a medio gas. Así que dejaron
pasar el tiempo como dos extraños bajo el mismo techo.
El
mundo continúa aunque uno se pare, y les sucedió, cosa normal que la enfermedad
se cebara con él, una de esas que su solo nombre suena a sentencia de muerte.
Sara no estaba dispuesta a dejarse la piel en una lucha que de antemano sabía
perdida, solo acudía un par de horas por la tarde al hospital cuando Luis
estaba consciente, ya que se encontraba sedado la mayor parte del tiempo.
Estaba
en casa recogiendo las pertenencias de él, cuando el timbre del teléfono la
sacó de sus lúgubres pensamientos. Por fin llegó la noticia que tanto esperaba,
respiró profundamente y como si un gran peso se le cayera a los pies sintió la
ansiada liberación.
Ese
fin de semana se arregló como en años, la ilusión volvió a brillar en sus ojos
y la inquietud de adolescente recorrió su cuerpo. ¿Cuánto hacía que no salía a
bailar? ¡Buff! ni se acordaba, pero esa noche iba a ser especial, sería la
primera noche del resto de su vida, una vida que construiría a su capricho.
Bailaba
con desenfreno, el sudor bañaba su frente, un hombre le ofreció una bebida que
agotó sin respirar. Al terminar, fue a entregarle el envase, entonces reconoció
a Enrique, su antiguo compañero de instituto.
A
partir de ese momento sus encuentros se hicieron más continuos, y Sara creyó
que era hora de dar un paso adelante, entonces le propuso ir a vivir juntos a
lo que Enrique se negó, le decía que se así estaban bien y no necesitaban más.
Ella sabía que su insistencia haría fracasar la relación más o menos
consolidada. Así continuaron varios años más, sin embargo, Sara no asimilaba el
paso del tiempo, cada vez que se miraba al espejo la imagen que éste le
devolvía no coincidía con la que ella tenía de sí misma.
El
miedo a que Enrique la dejara, la
angustiaba al punto de pensar en un embarazo, seguro que eso le empujaría a
formalizar de forma definitiva su relación.
Sin
embargo después de recibir la noticia, Sara no obtuvo la respuesta que
esperaba, muy al contrario, Enrique zanjó la relación, se comprometió a cuidar
del bebé y correr con los gastos desde ese momento.
Ella
todavía albergaba la esperanza que él le
cambiase de opinión al tener al niño entre sus brazos. De vez en cuando Enrique
se acercaba a visitar a Sara durante el embarazo, por fin llegó el bebé y él se
apresuró a comprar todo lo necesario para acogerle en su hogar.
Una
vez instalados, Enrique dejó de acudir diariamente a visitarlos, Sara no podía
comprender que una vez en casa él no volviese a verlos.
Mientras
se recuperaba, su mente cavilaba sin parar, comenzó a obsesionarse con una
mujer que desconocía, seguro que está con otra, se repetía sin cesar.
Le
llamaba por teléfono un día sí y otro también, hasta que recibió un ultimátum, o
dejaba de molestar o recortaría el presupuesto.
La ira
se apoderó de ella y el llanto del bebé le agregó la furia que la desquició,
con el niño entre los brazos al ver que no se callaba lo arrojó contra la cuna,
con la desgracia de golpearlo contra la madera de los barrotes.
Como
el bebé no llora se acerca a verlo, no se movía, angustiada llamó al padre, le
contó lo sucedido y Enrique fue en seguida. Lo llevó al hospital con la mala
suerte de que ya era tarde, había muerto.
A
partir de ese macabro instante dejó de haber contacto entre ellos, pero Sara no
estaba dispuesta a rendirse. Los celos la carcomían hasta el infinito, una vez incorporada
a su puesto de trabajo en el restaurante, la casualidad se alió con ella.
Enrique
entró en el restaurante acompañado de una mujer bastante más joven, compañera
de oficina, según le dijo, mientras
comían las risas brotaban sin cesar, se notaba que había una fuerte conexión
entre ellos.
A Sara
esto le confirmaba sus sospechas, cuando se marcharon ella salió también a ver
el coche para poder controlar a la joven. Nada le impediría estar con él.
© Todos los derechos reservados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario