lunes, 19 de octubre de 2020

SANGRE CALIENTE, CORAZÓN FRÍO

Después de diez años de matrimonio Sara sentía que su soledad cada vez era más angustiosa, la monotonía se había apoderado de su hogar, lo que en un principio fue un mundo lleno de amor e ilusión por construir una vida juntos, se tornó costumbre e indiferencia.

Ninguno de los dos quería exponer el problema, pues ambos intuían que todo estaba roto, era muy difícil comenzar de nuevo con la economía a medio gas. Así que dejaron pasar el tiempo como dos extraños bajo el mismo techo.

El mundo continúa aunque uno se pare, y les sucedió, cosa normal que la enfermedad se cebara con él, una de esas que su solo nombre suena a sentencia de muerte. Sara no estaba dispuesta a dejarse la piel en una lucha que de antemano sabía perdida, solo acudía un par de horas por la tarde al hospital cuando Luis estaba consciente, ya que se encontraba sedado la mayor parte del tiempo.

Estaba en casa recogiendo las pertenencias de él, cuando el timbre del teléfono la sacó de sus lúgubres pensamientos. Por fin llegó la noticia que tanto esperaba, respiró profundamente y como si un gran peso se le cayera a los pies sintió la ansiada liberación.

Ese fin de semana se arregló como en años, la ilusión volvió a brillar en sus ojos y la inquietud de adolescente recorrió su cuerpo. ¿Cuánto hacía que no salía a bailar? ¡Buff! ni se acordaba, pero esa noche iba a ser especial, sería la primera noche del resto de su vida, una vida que construiría a su capricho.

Bailaba con desenfreno, el sudor bañaba su frente, un hombre le ofreció una bebida que agotó sin respirar. Al terminar, fue a entregarle el envase, entonces reconoció a Enrique, su antiguo compañero de instituto.

A partir de ese momento sus encuentros se hicieron más continuos, y Sara creyó que era hora de dar un paso adelante, entonces le propuso ir a vivir juntos a lo que Enrique se negó, le decía que se así estaban bien y no necesitaban más. Ella sabía que su insistencia haría fracasar la relación más o menos consolidada. Así continuaron varios años más, sin embargo, Sara no asimilaba el paso del tiempo, cada vez que se miraba al espejo la imagen que éste le devolvía no coincidía con la que ella tenía de sí misma.

El miedo a que Enrique la dejara,  la angustiaba al punto de pensar en un embarazo, seguro que eso le empujaría a formalizar de forma definitiva su relación.

Sin embargo después de recibir la noticia, Sara no obtuvo la respuesta que esperaba, muy al contrario, Enrique zanjó la relación, se comprometió a cuidar del bebé y correr con los gastos desde ese momento.

Ella todavía albergaba la esperanza que  él le cambiase de opinión al tener al niño entre sus brazos. De vez en cuando Enrique se acercaba a visitar a Sara durante el embarazo, por fin llegó el bebé y él se apresuró a comprar todo lo necesario para acogerle en su hogar.

Una vez instalados, Enrique dejó de acudir diariamente a visitarlos, Sara no podía comprender que una vez en casa él no volviese a verlos.

Mientras se recuperaba, su mente cavilaba sin parar, comenzó a obsesionarse con una mujer que desconocía, seguro que está con otra, se repetía sin cesar.

Le llamaba por teléfono un día sí y otro también, hasta que recibió un ultimátum, o dejaba de molestar o recortaría el presupuesto.

La ira se apoderó de ella y el llanto del bebé le agregó la furia que la desquició, con el niño entre los brazos al ver que no se callaba lo arrojó contra la cuna, con la desgracia de golpearlo contra la madera de los barrotes.

Como el bebé no llora se acerca a verlo, no se movía, angustiada llamó al padre, le contó lo sucedido y Enrique fue en seguida. Lo llevó al hospital con la mala suerte de que ya era tarde, había muerto.

A partir de ese macabro instante dejó de haber contacto entre ellos, pero Sara no estaba dispuesta a rendirse. Los celos la carcomían hasta el infinito, una vez incorporada a su puesto de trabajo en el restaurante, la casualidad se alió con ella.

Enrique entró en el restaurante acompañado de una mujer bastante más joven, compañera de oficina, según le dijo,  mientras comían las risas brotaban sin cesar, se notaba que había una fuerte conexión entre ellos.

A Sara esto le confirmaba sus sospechas, cuando se marcharon ella salió también a ver el coche para poder controlar a la joven. Nada le impediría  estar con él.

 


                                             

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