viernes, 20 de noviembre de 2020

EMBRUJO EN FLORENCIA


  Era su primera noche en Florencia, sus pupilas no dejaban de mirar por la ventana para cerciorarse de que estaba realmente en ella. Cansada se tumbó en  la cama  comenzó a respirar lento y profundo.

    Consiguió quedarse dormida pero su sueño distaba mucho de ser apacible. Con las primeras luces del alba se despertó empapada en sudor, con los cabellos revueltos y más cansada que cuando se acostó. 

    Una buena ducha templada y vestida con ropa deportiva   salió con el mapa en busca del embrujo de Florencia. Descubrió una taberna de sabor añejo con sus mesas de mármol y patas de hierro forjado,  le recordaron al antiguo Madrid.

   Con fervoroso entusiasmo se adentró en la Galería de los Ufizzi de pronto  sus ojos como dos surtidores comenzaron a brotar lágrimas de emoción.

En los libros observó  La Adoración de los Magos de Leonardo, las esculturas de Miguel Ángel  tantas y tantas que era imposible  acordarse, solo sabía que estaba delante de todo lo mejor  del Renacimiento.

   Transportada aquella época lejana donde las nuevas ideas sobre la concepción de la vida se basaba en la vuelta a los clásicos griegos.

    Cuando salió a la calle se encontraba mareada entornó los ojos mientras se apoyaba en la pared. Respiró profundo  unos segundos  los abrió lentamente para cerciorarse que todo estaba bien.

   Se encaminó hacia la Piazza Della Signoria, influida por el ambiente de la ciudad su imaginación volaba, escuchaba el blandir de las espadas de los partidarios de la familia Albizzi que gobernaba Florencia, sus enemigos los Médici que intrigaban y controlaban la ciudad hasta que Cósimo de Médici consiguió el poder.

  Lorenzo protegió las artes y a los mejores artistas, convirtió a Florencia en el mayor centro de arte. Leonardo, Miguel Ángel, Botticelli  ahora su vista se recreaba con todas las obras que salieron de sus manos. El museo al aire libre tan bello con sus esculturas tan perfectas y suaves que apetecía acariciarlas.

    El Palazzio Vecchio con el David de Miguel Ángel a un lado de la puerta principal da la bienvenida a   todos los  viandantes. También se escuchan  leyendas de fantasmas,  en los lugares donde tanta sangre se derramó. Se recostó en una pared del Palazzio.

    Levantó la vista para admirar la construcción ingeniosa con la que unieron los dos palacios sobre todo la  altura que tenía, era un gran pasillo cerrado. Comentan que los regentes acudían a los oficios religiosos sin ser vistos, gracias a los pasadizos que recorrían los edificios y  los almacenes que cubren el puente sobre el río Arno.

    Estaba cansada apenas, le quedaban fuerzas, con tanta belleza se le olvidó comer,  aún así prefirió pisar los aledaños de la catedral y el baptisterio.

 Al día siguiente un último recorrido a la iglesia de la Santa Croce, allí reposan los restos de los hombres más ilustres del Renacimiento, todos, menos Leonardo que se halla en Francia.  Con su máquina fotográfica colgada al cuello la mochila a la espalda paseaba por las callejuelas para impregnarse de la arquitectura de los edificios.

  Entró en los diminutos comercios de camisetas y recuerdos. Deseaba empaparse del ambiente florentino grabar en su memoria cada edificio, cada escultura  y  el color del mármol... 

    Anochecía los últimos rayos de sol reflejado en las piedras les daba una luz maravillosa. Al  día siguiente  dejaría atrás a la bella Florencia. Llena de melancolía  pasó su mano por el hocico del porcellino de bronce que hay el mercado, (según cuentan, si lo acaricias, regresarás de nuevo)  Por si acaso, ella  prometió volver.          ©  Todos los derechos reservados.

                                                                                                                                               

                                                  

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