Eran
ya los últimos días del mes de julio y el calor insistía en ser cada vez más
sofocante, presentía que la relación al igual que el primer verano, iba a fenecer. En su cabeza los
pensamientos se enzarzaban en una dura y cruel lucha, al llegar la noche las
jaquecas dominaban el campo de batalla.
Así
un día y otro hasta que consiguió divisar una realidad clara y meridiana, no
podía soportar sus continuas mentiras sobre las infidelidades que mantenía,
aunque estas fueran transparentes como
el agua, todo era válido, todo antes que claudicar.
La
embargaba una inmensa tristeza cuando reflexionaba sobre ello, lo que la hundía
más y más en un profundo pozo lleno de amargura. El amor, cuando ambos luchan
en la misma dirección y con un mismo objetivo, sale reforzado de la crisis,
pero cuando es una parte solo la que denodadamente se esfuerza por salvarlo, de
antemano sabe que todo está perdido, aún así
decidió seguir en la lucha mientras le quedara un halo de energía.
Aunque las expectativas fuesen poco halagüeñas.
Cuando
sus fuerzas se agotan, el instinto de supervivencia reacciona, la tristeza y la melancolía la
desbordan, de sus ojos brotan abundantes
lágrimas como los arroyos en el deshielo de la primavera.
Siente
que su corazón ha muerto, está hecho pedazos,
nunca será el mismo de antes, fuerte y lleno de emociones, capaz de
abrirse a la llegada de un nuevo amor.
El
tiempo pasa lento e inexorable, sin embargo es un bálsamo curativo que poco a
poco cicatriza. Cada día se siente más vital, capaz de asimilar la otra cara
del amor, necesita unir de nuevo esos trozos y buscar un aliciente donde hallar la serenidad y un hermoso horizonte.
La
soledad le agobia, es muy dura, durísima, cuando abre la puerta de casa y todo
permanece cual lo dejó, el silencio adquiere un volumen infinito, un peso invisible y lúgubre se apodera de
ella, y la tristeza que se agolpa en sus ojos y se desbordan cual pequeños
riachuelos. Ahí es donde la fuerza es más necesaria, pues si busca una persona
que le alivie la carga, la convivencia finaliza antes de comenzar, y se
equivocará de nuevo.
Eso lo recordaba a menudo cuando flaqueaba, no
deseaba algo pasajero, para no sucumbir a la tentación se decía: “ Si tiene que
llegar, vendrá solo en el momento adecuado y en el que esté preparada para
recibirlo, si no pasará por mi lado y no sabré reconocerlo”.
Han
pasado tres años, sus ojos vuelven a brillar, llenos de esperanza, sin prisa
por ser amada, ahora sus labios sonríen con confianza y su actividad literaria
está en su etapa más productiva, se siente feliz con sus letras y compromisos,
su alma está curada y su corazón repuesto de tanta desdicha.
No
tiene prisa, todo a su alrededor transcurre lento y la realidad se ha convertido
en su observatorio de los comportamientos humanos, que va madurando en su mente
hasta plasmarlos en los temas de sus relatos.
El
tiempo siguió pasando y por fin llegó el amor, en silencio, calmado como el mar
al atardecer en una plácida tarde de verano, pero con la misma fuerza avasalladora que las olas en pleno temporal.
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Magnífico relato,... y es que todo tiene un final.
ResponderEliminarMuchas gracias por suerte o por desgracia es el devenir de la vida. Besitos
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