Había
llegado el día tan esperado por Jazmín por fin hoy se pondría su fabuloso
vestido que tantas discusiones le provocó con su madre, tanto dinero para un
momento…solía decir entre dientes.
Se
casaba, sí se casaba era la última de sus hermanos en hacerlo, claro era la más
pequeña y les vino de sorpresa.
No
se imaginaba las aguas turbulentas que se cernían sobre el núcleo familiar.
Su
madre Rosa, hacía un buen rato que estaba apoyada en el gran ventanal del salón,
seguía oyendo en su cabeza las palabras que su hija mayor acababa de pronunciar
“cómo ves, ésta situación no se puede prolongar por más tiempo, por ello hemos
pensado en el divorcio”.
La
música de baile, el cava y las risas de los invitados, no interrumpían a Rosa
de sus amargos pensamientos. Había observado las discusiones entre el matrimonio
y a veces los enfrentamientos excesivos entre las dos hermanas, tanto, que se
distanciaron hasta dejar de dirigirse la palabra.
Solo
la intervención de toda la familia hizo que dejara a un lado su resquemor y la
invitara a su boda.
Rosa
seguía ausente con la mirada perdida en la lejanía, sus ojos brillaban a fuerza
de contener las lágrimas esas que estaban a punto de derramar.
Jazmín
pasaba de unos brazos a otros al compás de la música, su vestido níveo de la
mañana ahora estaba lleno de pisotones y algún pequeño rasguño, en su cabeza
resonaban las palabras que le había dicho su madre, el pelo enmarañado
cayéndole a lo largo de la cara, el sudor surcando el maquillaje y una risa
escandalosa dibujaba un cuadro
deplorable, nada quedaba de la preciosidad de la mañana, su felicidad
explosionó al bailar con su amiga íntima.
Mientras
ella se divertía con los jóvenes su reciente marido, estaba sereno, absorto en
sus pensamientos, la trama que ambos urdieron le tenía en un nerviosismo
constante.
Todo
sea por la sociedad, le había dicho Jazmín. La empresa de los padres de ambos
machaba viento en popa y ellos quisieron que ambos se casaran para que todo
quedase en la familia.
La
pompa con que los progenitores prepararon la celebración era digna de salir en
los medios de comunicación y en los “Sálvame” de turno.
La
vivienda fue lo único que hicieron mano a mano con el arquitecto, un imponente chalet de dos plantas
con entradas individuales y como si fueran dos pisos independientes, pero con
paso interior de uno a otro.
El
les miró extrañado por semejante petición, sin decir nada siguió las
instrucciones y Jazmín al ver su expresión comentó en tono jocoso: Si un día
nos divorciamos cada uno tiene su casa y si no para los invitados.
Ellos
tenían decidido que piso era para cada uno desde el primer momento que les
plantearon el matrimonio.
A
medida que transcurría la fiesta el ambiente se calentaba acelerado por las
bebidas, las lenguas se desataban por doquier, corrillos y gritos para
sobresalir de la música, cuando de pronto ésta paró y la gente mirándose unos a
otros sin saber como reaccionar.
Era
un secreto del dominio público, de todos menos los respectivos padres, que
hasta ese instante henchidos de orgullo por el festejo creían que manejaron a
sus hijos a su capricho y conveniencia.
Entonces
se dieron cuenta que los jóvenes revirtieron los hechos en su favor.
Antes
de finalizar bailaron con sus verdaderas parejas y de ese modo se presentaron
en sociedad.
Después
vendrían los reproches, enfados que dejarían lastradas a ambas familias por
mucho, muchos años.
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Una boda bien pensada , por lo que puede venir. Un abrazo y ¡Feliz Año!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios y seguimiento, Feliz año para ti y los tuyos. besitos
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