Un día ante la remodelación de la finca fue
trasladado a la casa de unos amigos. Al principio le costó adaptarse a la nueva
vida pero enseguida jugaba con los niños, entonces lograron sacarle las virtudes que atesoraba.
Le llamaban Dis un diminutivo de
Amadís nombre que les resultaba extraño
pues no lo habían escuchado. La madre les explicó que en el siglo XV era muy
común ponérselo al perro favorito de los señores castellanos, quizás fuera
debido a un libro titulado Amadís de Gaula famoso por aquellos lejanos años.
Cuando se levantaban por la mañana Dis les
saludaba con sus dulces ladridos hasta
que salían a hacerle las caricias de
todos los días, a continuación se echaba a un lado de la puerta poniendo sus orejas en alerta.
Al venir del colegio les esperaba al lado
de la verja para correr con ellos, se dejaba que lo montaran como si fuese un
poni, ¡vaya trío! Disfrutaban hasta con el balón de futbol.
Todos le querían mucho incluso el gato
dormía tranquilamente a su lado debajo del árbol más frondoso del jardín.
Una noche se aproximó un coche de la policía
municipal para prevenirlos de los robos que se estaban produciendo por la zona,
al oír las voces de los agentes el perro sacó la fiereza de sus ladridos
asustando en grado sumo al policía, desenfundó el arma amenazadora sin dejar de
gritar, entonces la madre le recomendó guardarla bajar el tono de voz porque
ello provocaba la ira del animal, le
acarició a la vez que susurraba para
calmarlo Dis se calló sentándose a su lado pero sin disminuir un ápice su
estado de tensión.
El policía no salía de su asombro ¡que
susto! Todavía respiraba agitadamente no terminaba de calmarse, pese a
comprobar con que facilidad lo había controlado.
Hasta entonces la familia no se dio cuenta
de lo protegidos que se hallaban a pesar de los
constantes viajes del padre al extranjero.
Como era previsible las obras en la finca
extremeña tocaron a su fin. En la mañana de un domingo de primavera se oyó el
claxon del todo terreno en el que un día llegara Amadís. Salieron a recibirle
todos en tropel incluido Dis que moviendo el rabo demostraba su alegría
La tristeza se apoderó de los niños al ver
como su paciente compañero de juegos se despedía de ellos. Se subieron con él
le acariciaban le tiraban de las orejas y sobre todo le besaban y lo abrazaban.
Paco abrió la puerta trasera metiendo al
animal pero tardó más él en cerrar la puerta que el perro en saltar hacia los
niños. La operación se repetía una y otra vez extrañado por su comportamiento
rogó a los niños que se metieran en el coche con Amadis.
Una vez que todo estuvo cerrado y
acondicionado salieron de uno en uno dejando un corto espacio de tiempo para
que el animal no se pusiese nervioso e hiciera el trayecto tranquilo. Dis con
la cara pegada al cristal de la ventanilla les miraba con tristeza, hasta que
el todo terreno tomó la curva de la carretera y ya no se vieron más.
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