No era agraciada: su nariz, fea,
grande y aguileña, destacaba demasiado en su cara escuálida. Sin embargo sus
bellos ojos negros con enormes pestañas tenían un brillo especial, una mirada suya desnudaba a su interlocutor,
además de poseer un tipazo que hacia volver la cabeza a los hombres.
Cuando
me ven por detrás los atraigo como un imán pero en cuanto me doy la vuelta
huyen despavoridos; se decía con ironía.
En
el trabajo era el hazmerreír de un par de compañeros que con sus palabras
soeces, poco a poco iban horadando su autoestima. Pese a su sentido del
humor peculiar e inteligente, llegó un
momento que se le hizo insoportable. Las bromas amenazaban con extenderse por
toda la oficina. Pensó en pedir un traslado aunque ello significase dar la
batalla por perdida. No acababa de ver en ello una buena solución pues
seguramente seguiría siendo el objeto de sus burlas aún en la distancia.
Se puso delante de su portátil con dedos
ágiles redactó su curriculum. Cuando lo terminó lo repasó minuciosamente hasta
considerar que todo estaba perfecto. Sólo le faltaba la foto para poder subirlo
a Internet, pero por más que rebuscaba en sus cajones del escritorio no
encontró ninguna. Entonces se acordó de Alejandro su vecino, que estaba presto
a echarle una mano cada vez que lo llamaba.
− Hazme una foto por favor − le pidió
Alma entregándole su móvil.
− ¿Qué vas a hacer con ella? −
− Yo nada lo vas a hacer tú. Quiero que la
retoques para estar un poco más mona pues voy a añadirla a mi curriculum.
− No la retoques sino ya no serías tú
−
− Sí, la fea de la oficina − le respondió.
− Eres muy atractiva y con muchísimas
cualidades −
− ¿Si?
¿Y quién las ve?−
− Yo − respondió Alejandro, con una firmeza
en su voz que a él mismo sorprendió. Alma se quedó petrificada. No esperaba una
respuesta tan categórica y sincera. Por primera vez no sabía qué decir, un
silencio incómodo se extendió por toda la habitación. Alejandro preso del
nerviosismo se despidió con voz temblorosa y
se marchó.
De
pronto la mente de Alma comenzó asimilar la corta conversación con su vecino,
no salía de su sorpresa ante la reacción de éste. ¿Estaría enamorado de ella? Y
¿Cómo no se había dado cuenta? Se miraba demasiado el ombligo y no veía las
cosas más evidentes que ocurrían a su alrededor. A partir de ese instante su
percepción de la realidad cambió. Lo mismo que su mirada hacia Alejandro. Ahora
ya no veía al vecino que la sacaba de apuros si no al hombre que tanto la había
ayudado siempre.
Repasó mentalmente todas las veces que le
había importunado a deshoras y él acudía solícito con una sonrisa en los
labios. Siempre que le necesitaba estaba a su lado, incluso para escucharle
hablar de sus decepciones sentimentales, los dos ante una taza de café o un
simple refresco. Entonces comprendió que lo hacía por amor y ella… ¡sin darse
cuenta! Eso había que cambiarlo, tendría que dar valor a las personas que
verdaderamente importaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario