Por algunas zonas la punta se levantaba como
si una fuerza invisible la empujara. El fraile le explicó que tenía el don de
captar la energía del agua subterránea, le habló de los zahories y de la sabiduría
ancestral que atesoraban.
Con los años Juan se convirtió en un experto
en escoger las varas de olivo, los péndulos y las barritas de cobre se
convirtieron en sus inseparables compañeros.
Desde entonces se dedicó a señalar
innumerables pozos por toda la comarca en los años de sequía.
Juan recorre con dos varas finas de cobre
en las manos una finca enorme en el término de San Andrés, anda con paso
tranquilo de repente y sin mover las manos las varas se cruzan como si un campo
magnético las empujara a unirse.
Marca
con una piedra el lugar y vuelve sobre sus pasos, camina despacio y de nuevo
las varas se disparan con estrépito. Se detiene y comprueba que es el mismo
lugar que la vez ante anterior, entonces lo señala con varias piedras haciendo
un montículo para no equivocarse.
Ha encontrado la corriente de agua ahora solo
queda perforar con las máquinas y saber a qué profundidad se halla.
No lo hace por un interés económico,
prefiere brindar su ayuda a sus convecinos y aliviar su duro trabajo; todos los
habitantes de San Andrés colaboran en mejorar sus condiciones de vida.
Juan enseña a sus nietos con mucha paciencia
y contándoles aquella historia que a él le motivó a ejercer su don. Los niños
le miraban con ojos asombrados y con interés, lo que le llevó a buscar un libro
de historia antigua sobre Mesopotamia.
Su búsqueda incansable del agua subterránea
para construir canales que los abastecieran
y crear la gran ciudad de
Persépolis que sería el germen de un gran imperio.
Antonio
fascinado por el relato y acompañaba a su abuelo en sus paseos campestres. Su
esperanza de hallar el agua y convertirse en el sucesor de la familia, hacía
que deseara desarrollarla sin
desfallecer, mientras los demás se entretenían con juegos. Quizás su futuro ya
estaba diseñado.
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Personalmente creo que se basa en la capacidad de percepción de nuestro cerebro,... y eso en efecto es un don con el que se nace. Bonito relato!
ResponderEliminarSí, yo también lo creo. Gracias por continuar entrando en el blog. Besitos
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