domingo, 24 de mayo de 2020

JUAN, EL ZAHORÍ

  Juan vivía en San Andrés y durante la Semana Santa llegaban los frailes a realizar los sagrados oficios, una mañana uno de ellos lo llevó al campo y dándole una rama de olivo en forma de V le dijo que peinara el terreno muy despacio.

   Por algunas zonas la punta se levantaba como si una fuerza invisible la empujara. El fraile le explicó que tenía el don de captar la energía del agua subterránea, le habló de los zahories y de la sabiduría ancestral que atesoraban.

   Con los años Juan se convirtió en un experto en escoger las varas de olivo, los péndulos y las barritas de cobre se convirtieron en sus inseparables compañeros.

  Desde entonces se dedicó a señalar innumerables pozos por toda la comarca  en los años de sequía.

    Juan recorre con dos varas finas de cobre en las manos una finca enorme en el término de San Andrés, anda con paso tranquilo de repente y sin mover las manos las varas se cruzan como si un campo magnético las empujara a unirse.

  Marca con una piedra el lugar y vuelve sobre sus pasos, camina despacio y de nuevo las varas se disparan con estrépito. Se detiene y comprueba que es el mismo lugar que la vez ante anterior, entonces lo señala con varias piedras haciendo un montículo para no equivocarse.

  Ha encontrado la corriente de agua ahora solo queda perforar con las máquinas y saber a qué profundidad se halla.

   No lo hace por un interés económico, prefiere brindar su ayuda a sus convecinos y aliviar su duro trabajo; todos los habitantes de San Andrés colaboran en mejorar sus condiciones de vida.

  Juan enseña a sus nietos con mucha paciencia y contándoles aquella historia que a él le motivó a ejercer su don. Los niños le miraban con ojos asombrados y con interés, lo que le llevó a buscar un libro de historia antigua sobre Mesopotamia.

 Su búsqueda incansable del agua subterránea para construir canales que los abastecieran   y crear la gran ciudad de Persépolis que sería el germen de un gran imperio.

  Antonio fascinado por el relato y acompañaba a su abuelo en sus paseos campestres. Su esperanza de hallar el agua y convertirse en el sucesor de la familia, hacía que deseara  desarrollarla sin desfallecer, mientras los demás se entretenían con juegos. Quizás su futuro ya estaba diseñado.

 

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2 comentarios:

  1. Personalmente creo que se basa en la capacidad de percepción de nuestro cerebro,... y eso en efecto es un don con el que se nace. Bonito relato!

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    1. Sí, yo también lo creo. Gracias por continuar entrando en el blog. Besitos

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