Ayer
cómo casi todos los días estuve hablando por teléfono con mi amiga Julia. Una amistad que se alarga en el tiempo
a pesar de nuestra diferencia de edad, esa unión se hace más fuerte si
ello es posible...
Hay veces que nuestras conversaciones son breves con un “hola cómo
estás” con el propósito de verificar que todo sigue su rutina diaria, y otras
se alargan, y se alargan… Pero en ésta ocasión se alargó pues me
contaba, (porque cuando te dice algo lo desmenuza) que había pasado una mala
noche sólo de pensar que le podía haber pasado a Alejandro. Comencé a inquietarme pensando que sus
padres hubiesen tenido un accidente; por fin arrancó a relatar que ellos estaban
bien, pero se llevaron un susto muy grande.
Se
reunieron los amigos con los hijos respectivos a pasar unos días de asueto en
una casona de la montaña, y un matrimonio regresaba a Madrid un par de días
antes.
La
noche anterior a emprender el viaje de regreso otra de las parejas tenía el
mismo problema, así que acordaron viajar solo un matrimonio pero llevando los
dos niños al colegio y dejando al suyo con los demás. A la mañana siguiente
emprendieron el regreso con su hijo y el otro niño. Mientras en la montaña a media tarde se
escucha un estruendo y unos gritos diciendo: ¡Alex!..¡Alex!... Salieron en
tropel y Silvia agobiadísima pensaba que a su hijo le hubiese sucedido un accidente.
Se
había caído la enorme puerta del garaje y estaba atrapado un niño. No era
Alejandro. Entre todos levantaron la puerta y ante su asombro el pequeño les
hablaba.
En
veinte minutos llegó la ambulancia
medicalizada y los demás la siguieron.
Ante el asombro de todos,
los médicos les dijeron que después de las pruebas realizadas el niño se
encontraba en perfecto estado, sólo tenía algunas magulladuras y moratones pero
esa noche se quedaba ingresado en observación.
Con las buenas noticias
recibidas llamaron a los padres e inmediatamente estos iniciaron el viaje de
regreso.
Al llegar y comprobar el
buen estado de su hijo los comentarios de incredulidad se dispararon “que cómo
podía ser”, “que si era un milagro”, “que si el ángel de la guarda” y todos los
“que si” que imaginar se pueda.
Llegado a este punto Julia me dice: no fue nada de eso “es la mano del diablo la que salva a los niños” porque si un niño se muere su alma sube al cielo, pero si vive tiene la oportunidad de llevársela.
Me quedé pensando su
razonamiento y la verdad es que contiene toda la lógica del mundo o al menos a
mi me lo parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario