Era media tarde y hacía calor extendió su
hamaca en la terraza donde permanecía con los toldos bajados, fue a prepararse
un café con hielo todo un ritual para leer poesía, si de vez en cuando releía a
Rosalía, sus poesías le hacían sentirse comprendida sobre su su mesilla todas las noches le acompañaba “A
las orillas del SAR”. Estaba melancólica
ahora el momento de releer algún
poema. Pero ella se definía con
una pequeña estrofa:
“Mientras el hielo las cubre
Con
sus hilos brillantes de plata,
Todas las plantas están ateridas
Ateridas, como mi alma.”
Solía alternarlo con alguno de León Felipe o de Bécquer, su admiración
por la poetisa se inició en un lejano día
en una caseta de la Cuesta de Moyano. Desde entonces fue su libro de
cabecera lo intercalaba entre lectura y lectura. Solía leer dos libros a la
vez.
A pesar del sufrimiento y las lágrimas de
días pasados, su esfuerzo obtenía la recompensa, se encontraba mejor de
ánimo para participar en las reuniones
amistosas de costumbre y retomar los paseos junto al mar.
Sintió que ya era hora de levantarse el castigo y con el temor a su
propia reacción, fue a la cocina preparó
una aromática taza de café, para no perder la costumbre, “cualquier día de
estos se lo tendría que meter en vena…”
Su afición por la pintura y la fotografía, de lo primero le constaba su
falta de cualidades, de lo segundo creía
que con una pequeña formación podría colaborar en alguna exposición con el
centro de Cultura.
Hasta ahora hacía fotos de una
manera autodidacta, un buen hobby para
sacar el arte que siempre buscaba en su interior. Eso iba a cambiar,
necesitaba convertirlo en su reto
personal lo conseguiría por que una
fuerza poderosa e invisible la
empujaba a ello.
Claret ante ésta nueva ilusión se levantó temprano, sacó las viejas zapatillas que guardaba para
ocasiones andariegas, y con su pequeña cámara digital salió a la caza de los
lugares más recónditos de la ciudad.
Comenzó por la parte más antigua
buscó las callejuelas con escaleras llenas de flores, le recordaban a
Dubrovnik y pensó en algún momento regresaré. Después de la guerra la restauraron aunque dejaron huellas del desastre, para que
nadie olvide la tragedia de una guerra
en Europa a finales del siglo XX.
El botón de la cámara lo apretó
una vez tras otra y otra… Desde todos los ángulos posibles. Fotografiaba
aquello que a sus ojos le parecía atractivo ermitas e iglesias, plazuelas
recoletas, la gente haciendo sus labores cotidianas, niños, jóvenes y sobre
todo las caras de los ancianos con los surcos del paso inexorable del tiempo
y su lucha por la vida.
Cansada de tanto caminar aunque solo había hecho una mínima parte de la
ciudad. Todo era factible de fotografiar el trabajo duro vendría después.
Había mucho material para revisar
lo haría por partes le sería más
entretenido y al final haría una revisión general.
Sonó el teléfono móvil extrañada por lo tarde de la llamada, se
preguntó: ¿quién será?.., ah!... era un mensaje de Amparo, cuanto tiempo sin
saber de ella. Fue su compañera de
excursiones que en otra época solían hacer por España, ahora volvía a ponerse en contacto con ella.
Seguro que necesita una compañera para algún viaje pendiente pensó y no
se equivocaba, Amparo tenía un viaje contratado a Morella la fecha se acercaba
no había nadie que la acompañara e
intentaba tantearla.
Lo sabía pero le vendría bien para cambiar un poco su rutina y aceptó. El próximo fin de semana era un
buen momento para lanzarse en serio con el nuevo reto, Claret se movía por impulsos y emociones, en la fotografía
halló el modo de darles rienda suelta.
El escenario se prestaba a ello Morella es
impresionante lo ha sido durante siglos, a ella le encantaban todas las
ciudades históricas.
Claret se había levantado muy temprano e inquieta, cogió su maletín, la
cámara, el bolso y fue a encontrarse con Amparo
subieron al autobús. Las primeras luces del alba dejaban paso a un día
resplandeciente, mientras los rayos de sol acariciaban sus rostros sus ojos se
cerraron para abrirlos a mitad del recorrido.
Cuando descendieron estaban hambrientas se
dirigieron en busca de una cafetería para almorzar. No sabía que a lo largo del día se encontraría con
sorpresas inesperadas.
El castillo situado en la cumbre de la montaña (en pleno Maestrazgo),
dominaba la ciudad rodeada de murallas con sus puertas y torres
correspondientes, el acueducto medieval de estilo gótico.
Fué construido durante los siglos
XIII y XIV a lo largo de los
tiempos las caídas de algunas de sus
arcadas han tenido que restaurarlas. Ella solo había contemplado el acueducto
romano de Segovia también tenía conocimiento de otro que se hallaba en Mérida.
Las casas señoriales algunas
conservaban el estilo gótico que en su origen fueron construidas. Todo para
ella era una continua sorpresa. Su cámara también estaba fatigada de tanto uso.
Le quedaba muy poca batería.
Antes de entrar a comer en la Casa de los
Ram Claret se retrasó para hacer una foto, según enfocaba salía un pequeño
grupo de personas esperó a que se
alejaran y disparó su cámara.
Mientras Amparo entraba en el restaurante a
degustar algún plato típico de Morella su afición por la gastronomía era
importante. En el momento de tomar el café Amparo le preguntó si le apetecía
tomarlo en la barra.
La conversación fluida y amena les había
relajado, a esto contribuyó que el camarero hablase incesante de las leyendas e historias
de Morella. Se despidieron todos, ya no quedaba mucho por ver.
Las calles de la falda de la montaña la
atraían como un imán, buscaba rincones maravillosos, especiales; quería
conseguir fotos que parecieran cuadros para poder enmarcarlas y porqué no,
hacer una exposición.
Atardecía sobre el Maestrazgo los últimos
rayos de luz dibujaban sombras
tenebrosas sobre las montañas, desde el interior del autobús el horizonte se le
antojaba mágico y maravilloso, cómo si de un reino lejano se tratase. Cuando
llegaron la noche había tendido su oscuro manto, roto por los carteles
luminosos y las farolas.
Claret llegó a casa tan agotada que su cuerpo
no le pedía más que una cama, su cama, necesitaba dormir, dormir mucho estaba
tan agotada… Mañana tendré tiempo para analizar... Si mañana… Musitaba.
El sonido del teléfono la despertó, medio
dormida contestó no sabía ni que le decían seguía adormilada, su amiga lo
comprendió y colgó. Ella se volvió a la cama no sabía en que hora se
encontraba, si era por la mañana o por la tarde daba igual seguía cansada, intentó volver a dormir. Al cabo de un largo rato viendo que no podía
conciliar el sueño, su mente comenzó a
visionar la multitud de escenas de la jornada anterior.
Los monumentos las callejuelas, las
montañas, los hermosos paisajes provocaron en ella diversidad de emociones y de
sentimientos; todo había penetrado hasta el fondo de su alma ¡ay!... Si todo
esto se plasmara en una exposición… El timbre del teléfono la sacó de su
ensoñación escuchó una voz que le decía: mañana por la tarde se inaugura la exposición. Necesitamos unas
fotografías pues la persona que en principio colaboraba declinó la
invitación.
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