domingo, 13 de septiembre de 2020

LA EXPOSICIÓN


                                                   
    Era media tarde y hacía calor extendió su hamaca en la terraza donde permanecía con los toldos bajados, fue a prepararse un café con hielo todo un ritual para leer poesía, si de vez en cuando releía a Rosalía, sus poesías le hacían sentirse comprendida sobre su   su mesilla todas las noches le acompañaba “A las orillas del SAR”. Estaba melancólica  ahora el momento de releer algún  poema. Pero  ella se definía con una pequeña estrofa:

                                               “Mientras el hielo las cubre
                                            Con sus hilos brillantes de plata,
                                            Todas las plantas están ateridas
                                            Ateridas, como mi alma.”
                                          
   Solía alternarlo con alguno de León Felipe o de Bécquer, su admiración por la poetisa se inició en un lejano día  en una caseta de la Cuesta de Moyano. Desde entonces fue su libro de cabecera lo intercalaba entre lectura y lectura. Solía leer dos libros a la vez.
    A pesar del sufrimiento y las lágrimas de días pasados, su esfuerzo obtenía la recompensa, se encontraba mejor de ánimo  para participar en las reuniones amistosas de costumbre y retomar los paseos junto al mar.
    Sintió que ya era hora  de levantarse el castigo y con el temor a su propia reacción,  fue a la cocina preparó una aromática taza de café, para no perder la costumbre, “cualquier día de estos se lo tendría que meter en vena…”
   Su afición por la pintura y la fotografía, de lo primero le constaba su falta de cualidades,  de lo segundo creía que con una pequeña formación podría colaborar en alguna exposición con el centro de Cultura.
Hasta ahora hacía fotos de una manera  autodidacta, un buen hobby para sacar el arte que siempre buscaba en su interior. Eso iba a cambiar, necesitaba  convertirlo en su reto personal lo conseguiría por que una  fuerza poderosa e  invisible la empujaba a ello.
    Claret ante ésta  nueva ilusión se levantó temprano, sacó  las viejas zapatillas que guardaba para ocasiones andariegas, y con su pequeña cámara digital salió a la caza de los lugares más recónditos de la ciudad.
Comenzó por la parte más antigua buscó las callejuelas con escaleras llenas de flores, le recordaban a Dubrovnik   y pensó  en algún momento regresaré.  Después de la guerra la restauraron  aunque dejaron huellas del desastre, para que nadie  olvide la tragedia de una guerra en Europa a finales del siglo XX.
   El botón de la cámara lo apretó  una vez tras otra y otra… Desde todos los ángulos posibles. Fotografiaba aquello que a sus ojos le parecía atractivo ermitas e iglesias, plazuelas recoletas, la gente haciendo sus labores cotidianas, niños, jóvenes y sobre todo las caras de los ancianos con los surcos del paso inexorable del tiempo y  su lucha por la vida.
   Cansada de tanto caminar aunque solo había hecho una mínima parte de la ciudad. Todo era factible de fotografiar el trabajo duro vendría después.
Había mucho material para revisar lo haría  por partes le sería más entretenido y al final haría una revisión general.
      Sonó el teléfono móvil  extrañada por lo tarde de la llamada, se preguntó: ¿quién será?.., ah!... era un mensaje de Amparo, cuanto tiempo sin saber de ella. Fue su compañera  de excursiones que en otra época solían hacer por España,  ahora volvía a ponerse en contacto con ella.
   Seguro que necesita una compañera para algún viaje pendiente pensó y no se equivocaba, Amparo tenía un viaje contratado a Morella la fecha se acercaba no había  nadie que la acompañara e intentaba tantearla.
  Lo sabía pero le vendría bien para cambiar un poco su rutina  y aceptó. El próximo fin de semana era un buen momento para lanzarse en serio con el nuevo reto, Claret  se movía por impulsos y emociones, en la fotografía halló el modo de darles rienda suelta.
 El escenario se prestaba a ello Morella es impresionante lo ha sido durante siglos, a ella le encantaban todas las ciudades históricas.
  Claret se había levantado muy temprano e inquieta, cogió su maletín, la cámara, el bolso y fue a encontrarse con Amparo  subieron al autobús. Las primeras luces del alba dejaban paso a un día resplandeciente, mientras los rayos de sol acariciaban sus rostros sus ojos se cerraron para abrirlos a mitad del recorrido.
    Cuando descendieron estaban hambrientas se dirigieron en busca de una cafetería para almorzar. No sabía  que a lo largo del día se encontraría con sorpresas inesperadas.
  El castillo situado en la cumbre de la montaña (en pleno Maestrazgo), dominaba la ciudad rodeada de murallas con sus puertas y torres correspondientes, el acueducto medieval de estilo gótico.
Fué construido durante los siglos XIII y XIV   a lo largo de los tiempos  las caídas de algunas de sus arcadas han tenido que restaurarlas. Ella solo había contemplado el acueducto romano de Segovia también tenía conocimiento de otro  que se hallaba en Mérida.
Las casas señoriales algunas conservaban el estilo gótico que en su origen fueron construidas. Todo para ella era una continua sorpresa. Su cámara también estaba fatigada de tanto uso. Le quedaba muy poca batería.
    Antes de entrar a comer en la Casa de los Ram Claret se retrasó para hacer una foto, según enfocaba salía un pequeño grupo de personas esperó a  que se alejaran y disparó su cámara.
    Mientras Amparo entraba en el restaurante a degustar algún plato típico de Morella su afición por la gastronomía era importante. En el momento de tomar el café Amparo le preguntó si le apetecía tomarlo en la barra.
    La conversación fluida y amena les había relajado, a esto  contribuyó  que el camarero  hablase incesante de las leyendas e historias de Morella. Se despidieron todos, ya no quedaba mucho por ver.
 Las calles de la falda de la montaña la atraían como un imán, buscaba rincones maravillosos, especiales; quería conseguir fotos que parecieran cuadros para poder enmarcarlas y porqué no, hacer una exposición.
    Atardecía sobre el Maestrazgo los últimos rayos de luz  dibujaban sombras tenebrosas sobre las montañas, desde el interior del autobús el horizonte se le antojaba mágico y maravilloso, cómo si de un reino lejano se tratase. Cuando llegaron la noche había tendido su oscuro manto, roto por los carteles luminosos y las farolas.
 Claret llegó a casa tan agotada que su cuerpo no le pedía más que una cama, su cama, necesitaba dormir, dormir mucho estaba tan agotada… Mañana tendré tiempo para analizar... Si mañana… Musitaba.
 El sonido del teléfono la despertó, medio dormida contestó no sabía ni que le decían seguía adormilada, su amiga lo comprendió y colgó. Ella se volvió a la cama no sabía en que hora se encontraba, si era por la mañana o por la tarde daba igual seguía cansada,  intentó volver a dormir. Al  cabo de un largo rato viendo que no podía conciliar el sueño,  su mente comenzó a visionar la multitud de escenas de la jornada anterior.
    Los monumentos las callejuelas, las montañas, los hermosos paisajes provocaron en ella diversidad de emociones y de sentimientos; todo había penetrado hasta el fondo de su alma ¡ay!... Si todo esto se plasmara en una exposición… El timbre del teléfono la sacó de su ensoñación escuchó una voz que le decía: mañana por la tarde se inaugura la  exposición. Necesitamos unas  fotografías pues la persona que en principio colaboraba declinó la invitación.
 Las palabras se negaban a salir de sus labios, temblorosa solo musitó ¡Sí, sí, claro!

   
    

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