Suena la alarma anti incendios la
estación se halla en su máximo ajetreo, la muchedumbre mira con temor en todas
las direcciones. Ninguna señal de humo, ni ese inmuta el personal de Renfe, todo
parece normal a lo lejos se escucha una voz que dice “pasa muy a menudo no se
preocupen”.
Los murmullos se reanudan, las
carreras y el ruido de las maletas es el
hilo musical del lugar, las cafeterías funcionan a buen ritmo, el anuncio
constante de salidas y llegadas de los trenes hacen del espacio una ciudad
diferente.
Casi todos los meses la visito un
par de veces y he descubierto un puesto de café con un pequeño rincón para
descansar y hacer tiempo para subir al AVE. Es una atalaya fantástica donde observar
los diferentes comportamientos de las personas fuera de su estado de confort.
Ésta vez me encontré con un grupo
de viajeros del IMSERSO de vacaciones a la playa de Benidorm, sé que es allí
porque la guía cartel en mano no dejaba de gritar “los del grupo de Zamora a
Benidorm” así una y otra vez, pero ellos seguían con sus conversaciones
grupales.
Su alegría se les escapaba por
los poros de su cuerpo, son mayores con unas ganas enormes de disfrutar
envidiables, sin embargo un halo de inseguridad se percibía en el ambiente.
Los años les había enseñado que
cada minuto hay que aprovecharlo al máximo y más si vas pasarlo bien, pero
también se dan cuenta que se vuelven más vulnerables por la pérdida de reflejos
y aptitudes físicas que otrora alardeaban. Todo ello lo camuflan con sonrisas y
buen humor.
En la mesa de al lado una pareja
de de mediana edad toma una cerveza y una copa de vino blanco que ella a penas
le da unos leves sorbos. La cabeza del hombre la calvicie comenzaba a hacer
estragos, sus ojos brillaban de forma especial que delataban el inicio de un
romance, ella me daba la espalda su atuendo una chaqueta de corte militar y
unas botas altas y marrones, su melena larga dejaba al descubierto su origen
moreno.
La ilusión y deseo de él
contrastaba con la inquietud que sus palabras dejaban traslucir “estoy
preocupada por los comentarios de tus compañeros de trabajo”.
Con mi mirada al frente noté como
me observó antes de acercarse al oído de ella para susurrar algunas palabras
tranquilizadoras. No lo escuché pero nos lo podemos imaginar, ¿no?
La voz de la azafata suena de
nuevo ésta vez anuncia la salida del AVE a Valencia, siguen con sus susurros y
me voy a los servicios a mi regreso la mesa está vacía, echo un vistazo hacia
las taquillas de los andenes y les veo que van a Valencia, observo por última
vez el rostro de la mujer y por su aspecto parece que tranquila, tranquila
precisamente no la dejó.
Mientras los minutos transcurren
parsimoniosos la misma mesa la ocupa un caballero cargado con maleta y una
bolsa de traje, en la mano una bandeja roja con una coca-cola y un vaso con
unos cubitos de hielo, intenta mantener el equilibrio con tan mala fortuna que
los hielos se caen y con una sonrisa me dice: no pasa nada pido más.
Le devuelvo la sonrisa mientras
afirmo con la cabeza.
Ahora la voz anuncia la salida
del tren a Alicante, allí me encuentro de nuevo con el grupo del IMSERSO y la
guía voceando, espero sentada a que pasen y cuando la fila se despeja me
aproximo. La azafata valida mi billete y de pronto vuelve a sonar la alarma
anti incendios y al cruzar hacia el andén giro la cabeza y el silencio se
repite y en la gente se produce la inquietud.
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