En
plena madrugada nos levantamos con los ojos hinchados por la falta del sueño
reparador y con los nervios a flor de piel. Había tanta prisa por llegar a la
playa como si en cualquier momento fuera a desaparecer, que apenas tomamos unos
sorbos de leche.
Cargamos
las maletas y el “tom tom” ¡por Dios que no falte el tom tom que nos perdemos!
A
las doce ya estábamos instalados en trocito de arena lejos de la orilla ¡ay que
ver cuanta gente! Desde el aire debemos parecer hormigas amontonadas eso sí
coloridas, porque por color que no quede.
Priscila
no tardó en volver a comunicarnos que ya tenía una nueva amiga con la que
divertirse entre las olas.
Los
días plácidos de playa más que pasar volaban para ella aunque a los demás nos
abrumaba el gentío que a cualquier hora abarrota la ciudad.
Año
tras año siempre en la primera decena de agosto hemos acudido a la cita con las
olas y en la misma ciudad. Cumpliendo la promesa que cada verano las niñas se
profesaban.
A
Priscila le llegó el momento decisivo de elegir los estudios que la decantarían
en el futuro. Se diluía entre aficiones artísticas o encauzar su vida por otros
derroteros.
Sentada
frente a su portátil mientras clasificaba las fotos de veranos anteriores
sonrió al ver a Blanca, su amiga de olas. Entonces se le encendió “la bombilla”
sería psicóloga.
Recordó
como le hablaba del Síndrome de Tourette que padecía y lo que había sufrido
hasta que se lo diagnosticaron, pues algunos médicos decían a sus padres que
era autista.
Éste
síndrome es un trastorno neurológico que provoca movimientos y sonidos
involuntarios por ello hay que completar con pruebas de autismo.
Es
más frecuente entre los varones y su punto álgido es en la adolescencia, a
medida que el tiempo pasa va disminuyendo y entre los tics típicos se hallan:
pestañear, hacer muecas o carraspear.
Ha
pasado el tiempo y Priscila convertida en psicóloga sintió la necesidad
imperiosa de regresar a la playa de su infancia a mezclarse con las olas.
Ese
agosto en la primera decena como antaño siguió el ritual de aquel primer viaje
y al llegar a la arena corrió hacia el agua mientras pensaba ¿Y si Blanca
estuviera aquí? …
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Queda abierta esta incógnita del final. Un abrazo.
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