Este año la Semana Santa caía a
mediados de abril a Lucía le pesaba un mundo el segundo trimestre
de instituto, a pesar de haberlo interrumpido con el viaje de fin de curso a
París. Una experiencia que le abriría los ojos a un mundo con unas costumbres diferentes, le enseñaría que
los seres humanos son igual en cualquier parte del globo solo cambia el
escenario.
A sus diecisiete años acababa de
sentir las flechas de Cupido tan profundo que parecía flotar. Era su último año
y para Manuel también, luego tendrían que distanciarse por sus estudios ya que
él iba a la politécnica de Madrid, mientras ella seguiría en Alicante –el tren
solo tarda dos horas largas y los fines de semana nos veremos – se decía Lucía.
Los años pasaban mientras ellos
con la mirada puesta en finalizar sus estudios y encontrar un trabajo que les
permitiera ahorrar, comprar una casa a
la que llamar hogar y compartir las ilusiones de un futuro juntos.
El tiempo pasa inexorable para
todos el de Lucía y Manuel también, sus
prisas por estar juntos les llevó a celebrar su boda sin tener un lugar propio,
no importaba se tenían el uno al otro. De momento compartirían techo con los
padres de Manuel la casa era grande, necesitaban ahorrar...
La felicidad les salía por cada
poro de su piel mientras en la casa los demás les observaban con sonrisas
burlonas.
Sí, se daban cuenta de ello por eso decidieron que Lucía aceptara el turno
de noche para poder reunir el dinero suficiente y alejarse antes de que la
convivencia se volviera insoportable.
A los pocos meses la mudanza se
efectuaba con premura y satisfacción por ambas partes, por fin esa noche
estrenaban su acariciado hogar.
Manuel comienza a pasar más
tiempo en el despacho, la soledad
nocturna le acorrala, nunca había estado solo, echaba tanto de menos la ternura
de Lucía, sus besos, sus abrazos y las palabras zalameras que le susurraba al
oído cuando se acurrucaba en su pecho.
Así un día y otro, un mes y otro,
hasta que una madrugada cansado decide tomar una copa antes de regresar a casa,
a esa casa desangelada, es demasiado para mí piensa mientras encamina sus pasos
hacia el bar de enfrente, cruza el umbral del establecimiento, de pié junto a
la barra pide un gin tonic observa a la
gente, se da cuenta que su atuendo le distingue de los demás, sabe que ese no
es su lugar, cuando acerca el vaso a sus boca una bella mujer se le aproxima.
No puede ser que un bombón así se
haya fijado en él, tan poca cosa y tan desarreglado…Sin embargo ella le hace
sentirse bien, sentirse importante, solo ha tomado una copa y parece
embriagado.
Le invita a su casa pero Manuel
está indeciso a lo cual ella le incita a tomar una última copa, cuando accede
le dice son cincuenta euros media hora.
Se va a gastar un dinero del que
no dispone, las facturas no esperan por ello Lucía se sacrifica por los dos.
Mueve la cabeza para alejar ese
pensamiento que le incomoda, mira a la joven y asiente.
Manuel disfruta como nunca ella
satisface todas sus fantasías que Lucía nunca le daría, o ¿sí? Nunca se lo ha
propuesto, ¿Dónde queda su amor por
ella? Esa chica es mucho más divertid y experimentada que su mujer, no
hay comparación.
Poco a poco se va enganchando en
su red lo que en un principio fueron 50 euros se convirtieron en 100. No
importaba con tal de seguir a su lado.
En su cabeza solo había lugar
para ella tenía que ser suya. Ella sí sabe hacerle feliz es su alma gemela,
tiene que ser suya es su prioridad.
Lucía sabe que algo no marcha
bien sin embargo confía en él. Inesperadamente la ofrecen el cambio de turno
desea llegar a casa y compartir su alegría con Manuel al fin podrán pasar
tiempo juntos, esa noche no iba a trabajar.
Al llegar a casa sobre la mesa
del salón ve un montón de cartas observa que son facturas.
Se prepara un café mientras mira con pausa los gastos que Manuel ha hecho en
regalos de mujer que ella no ha recibido.
La indignación, la rabia dan paso
a un llanto furibundo mientras golpea la mesa y se pregunta ¿por qué? ¿Por qué?
Afuera el viento de Levante ruge con fuerza nada comparable con el huracán que
la invade.
Manuel está contra las cuerdas ya
no tiene dinero, ha gastado todos los ahorros y las tarjetas de crédito, solo
le queda una opción la tarjeta de la empresa, sabe que si la utiliza perderá su
trabajo pero su amante se lo merece todo, todo por estar juntos incluso la vida
si le pidiera.
Cuando llega a casa le sorprende
ver a Lucía sentada en la cocina, lleva horas esperándole.
—
¿Qué haces aquí?—pregunta extrañado
—
Me han cambiado el turno—responde, quiero que me digas la verdad ¿tienes una
amante?—
—
Sí—dice con firmeza.
Lucía no esperaba esa
confirmación deseaba que hubiese una explicación, Él era su único amor todo se le desmoronaba no lo podía consentir.
Además le comenta que ha perdido
su empleo y no sabe que hacer. De nuevo toma las riendas para salvar su hogar.
—Dejarás de verla, buscarás otro
trabajo y cuidarás de la casa mientras no tengas otra cosa que hacer, tenemos que
saldar tus deudas, sanear la economía—
Manuel asiente durante un tiempo
cumple todas las condiciones de Lucía,
las cosas empiezan a mejorar incluso en su relación con ella. La suerte llama a
su puerta en forma de un puesto de
profesor en la universidad de la ciudad.
Ahora su autoestima está por las
nubes ya no necesita el sueldo de Lucía para vivir, puede disponer a su
albedrío de parte del dinero.
De nuevo busca a su amante
desesperado, necesita pasar con ella el fin de semana, ¡Dios, como la he echado de menos!
Esta vez ella le dice que son mil
euros el día sin pensar en Lucía se la lleva a un hotel rural perdido entre
montañas. Se encuentra en una nube de fantasía a penas salen de la habitación.
En el exterior el viento ruge como presagio de mal agüero.
De regreso a la ciudad ella le
pide lo convenido saca su cartera y le da los mil euros, enfadada le dice que
eso solo es un día que faltan dos mil más.
La discusión se eleva de tono de
los gritos pasa a los golpes. Manuel baja del coche a ver si el viento de
Levante barre su ira, detrás le sigue la joven que no deja de reclamar la
deuda.
—Sube al coche, sube al coche—le
repite; ella refunfuñando se monta.
La cabeza de Manuel parece un
molinillo, tiene que urdir algo rápido que la tranquilice.
Su amante no ceja en el empeño de
cobrar y él estalla roto por su simplicidad para complicarse la vida, siempre
que falla a Lucía la destroza.
Desesperado ante la insistencia
de la chica pega un volantazo y estrella el coche contra un árbol.
Suena el teléfono Lucía piensa
que es su marido que vuelve a casa, en efecto son noticias de su marido que
nunca regresará, solo la joven que lo acompañaba está gravísima en el hospital.
Cuelga el móvil no le sale un suspiro, ni una lágrima, solo
susurra tanto esfuerzo, tanta lucha para nada…
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