Marian había desechado la idea de que
cupido la tocara el corazón, no miraba a los hombres con deseo, los veía
simplemente como personas despojadas de cualquier atractivo sexual.
Su tiempo pasó irremediablemente, su alma se alimentaba de lecturas y del
cariño incondicional de los suyos.
Buscó dentro de sí y
halló en escribir una gran satisfacción personal. Los pequeños cuentos que
hacía para sus nietos los basaba en parte de sus travesuras y las de sus hijos
dándoles un toque de aventura fantástica
que les entusiasmaba.
Entre relato y relato,
navegaba por Internet en busca de inspiración o algo que implicase emociones,
curiosidad y ¿porqué no? Un toque de desencanto.
Se dio un descanso para tomarse el
café con leche de todas las tardes, mientras lo saboreaba entró en el chat que
en otrora frecuentara para aliviar su soledad, quizás le contaran alguna
historia provechosa.
De ese modo conoció a Alicia
una mujer casada y atrapada en un matrimonio anodino, tedioso, con
discusiones que la sacaban de quicio; con los hijos fuera del hogar los días se
le hacían insoportables.
Buscaba el sexo que su marido
no satisfacía, llevaba años en el chat y conocía a personas en su misma
situación. Así comenzó la relación con Juan, en poco tiempo intimaron tanto que
de internet pasaron al móvil y del teléfono a verse.
Se citaban en Benidorm a medio camino,
Alicia le prestaron un
apartamento para cuando Juan venía.
Cuando le preguntaba por
que no se separaba respondía “hay que
mantener el nivel de vida, ese un
precio que asumo gustosa” Lo dijo con esa tranquilidad que a María la
desconcertaba y le descolocaba sus esquemas.
Con Juan llevaba a cabo sus
fantasías más delirantes aunque se
vieran menos de lo que ellos desearan. Alicia solo pensaba en disfrutar, decía
que la vida era corta y tenía que exprimirla a tope.
Una noche mientras hablaban le
soltó una bomba que la dejó aturdida, jamás hubiese sospechado que Alicia le
pidiese acostarse con ella, tardó en reaccionar ante semejante proposición pero
al hacerlo se lo tomó a broma.
Le contestaba con su ironía
habitual sin embargo Alicia le rebatía en serio, la conversación tomaba unos
derroteros muy picantes. Entre risas y veras las palabras eran dardos certeros
que desataban sus imaginaciones hasta límites insospechados.
Entonces Alicia cambió de
estrategia, le contaba que su marido estaba en la cama dormido como un tronco
sin hacerla caso, añadiendo la coletilla” como todos los días”.
Sin embargo no dejaba a Marian
tranquila ahora le decía que tenía un sitio en su cama que jugara con él a ver
si lo mejoraba… las risas estallaron.
Marian sacó fuerzas para contarle que
se encontraba fastidiada, a pesar del tiempo transcurrido de su alejamiento con
Alberto. Sus subidas y bajadas con discusiones rayando los extremos, hasta que
un día harta de la situación le envió una carta por mail en la seguridad que no
le contestaría, él era así, se enfadaba cada vez que le llevabas la contraria.
Volvieron a hablar, al verse las
chispas saltaron de nuevo y una vorágine inexplicable se apoderaba de ellos.
Por la noche esperaba su charla con Alicia
necesitaba oírselo decir lo que ella ya conocía: dejar y alejarse rápidamente
de Alberto.
La bronca que le dedicó
fue monumental pero Marian la aguantó estoicamente por que estaba llena de
razón. Cuando Alicia calló ella sonrió con una mueca mientras que comprendía su
enfado, pero le costaba tanto hacerlo… Sin embargo lo conseguiría a cualquier
precio, pero ese era tan alto…
Alicia comenzó a hablar de sexo para
distraerla y continuar con sus consabidas bromas, en ellas hallaron un divertimento inocente; habían
conectado.
Pese a la juventud de Alicia en sus
conversaciones ello no se notaba, más bien al contrario, se encontraban tan a gusto
que parecían conocerse desde siempre. Comenzaron a verse más a menudo unas
veces solas y otras los tres, hasta que una de esas ocasiones apareció Marian
con Juan.
La tarde
iba cayendo con naturalidad fueron a casa de Alicia, era el morbo llevado al extremo
y su marido sin saber nada….Sin quererlo o tal vez si, Marian se vio envuelta
en los juegos de Alicia.
Amaneció un día espléndido de sol y
calor pese a estar acabando el mes de febrero, la playa estaba llena de
turistas que acaparaban los primero rayos. Marian y Alicia esa tarde se fueron
a bailar, después unas copas antes de ir a casa. Una vez en el dormitorio
sus ropas se desperdigaban por los muebles, por el suelo, sobre la cama.
Cansadas, las palabras apenas
susurradas, los ojos entornado mostraban sus cuerpos exuberantes, Alicia no
pudo reprimir los deseos de poseerla Marian se dejó querer sin oponer
resistencia, estaba descubriendo el placer más íntimo con una mujer.
Nadie hasta ahora la había elevado de esa forma al séptimo cielo.
Se quedaron dormidas entrelazadas,
cuando el timbre del teléfono las sacó del plácido sueño. Su marido
estaba llegando a casa rápidamente se ducharon María salió a toda
prisa.
Una vez en casa comenzó asimilar la
experiencia nocturna, esperaba tener sensaciones encontradas, con extrañeza vio
que no le incomodaban para ella había sido importante quizás Alicia...
Seguramente no volverían a verse después de ese día, pero se
equivocaba, la llamó para verse necesitaban hablar. Cuando colgó el
auricular los nervios se apoderaron de ella.
Las cavilaciones comenzaron a
atormentar su pensamiento. Al verse se abrazaron con gran efusión, entonces los
miedos de Marian desaparecieron. Cogidas de la mano paseaban descalzas por la
arena de la playa sin despegar los labios, de vez en cuando un apretón de manos transmitían sus emociones, su calor y
su deseo.
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