domingo, 24 de septiembre de 2017

LAS CURVAS DEL TERROR

Sin madrugar en mitad del mes de agosto con un calor soporífero nos dispusimos a conocer el valle de Alcoy y su parque natural.

Emocionados por descubrir los parajes de montaña, que no todo es playa en Alicante, con la inseparable guía del tom tom llegamos a Alcoy con intención de desayunar y visitar la ciudad industrial por excelencia.

La noche anterior hicimos un itinerario de los edificios dignos de ver entre ellos “La casa de los pavos”.

Vuelta para un lado vuelta para otro sin un sitio para aparcar, seguimos mirando a ambos lados y todos los comercios y cafeterías cerradas. Se podría decir que en el mes de agosto Alcoy se halla cerrado por vacaciones.

Y en estos casos ¿Dónde buscar? Fácil en un centro comercial. Allá que nos fuimos, aparcar lo hicimos y dijimos “bien ahora subimos y a desayunar”.

Nos las prometíamos muy felices cuando al llegar a la planta donde se supone que están las cafeterías deseosas de clientes, pues resulta que todas estaban cerradas.

El guardia de seguridad nos dice que solo abren para la hora de comer en adelante. ¡Cómo debe sobrar el dinero por estos lares!

Antes de regresar al coche salimos a dar una vuelta y de frente encontramos una franquicia donde te sirven de todo.

La camarera cuando nos tomaba nota sonreía al ver como los niños pedían sin cesar. Respondimos al unísono “estamos hambrientos, no hay nada abierto en esta ciudad”.

Con los estómagos satisfechos nos encaminamos al aparcamiento del centro comercial y de nuevo el tom tom para llegar al parque natural.

Al pasar por el cementerio que estaba abierto aparcamos y como se supone que hay dinero, dijimos “tiene que haber mucho arte”

Arte había, paseamos entre las tumbas, los panteones y mausoleos eran espectaculares, al leer nombres y fechas nos sonaban mucho. Apellidos de relumbrón pero a fin de cuentas daba igual, todos estaban en la misma ciudad y al mismo nivel.

Caí en la cuenta que no se hacen para los muertos aunque los habiten si no para que los vivos hagan ostentación de su riqueza.

Despacito a velocidad tortuguil curvas cerradas hacia un lado y hacia el otro, con la respiración contenida y al cruzarnos con otro vehículo el miedo no era miedo sino pavor.

Parecía que no llegábamos nunca pero claro que llegar llegamos con las bocas secas y con el agua de las botellas caliente. Fuimos a la fuente y el agua del manantial frío como el hielo nos refrescó de inmediato.

Nos sentamos a la sombra en un banco nos miramos y alguien dijo: ¿Miedo eh? Las llaman las curvas del coño. Ante semejante expresión sonreímos y se oyó: Es que todo el que sube en cada curva dice ¡coño que curvas! ¡Las curvas del coño!

 

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1 comentario:

  1. Toñí, buenísimo el relato, no sé si te pasó en realidad lo que cuentas, pero la historia es totalmente creíble, muy bien contada. Felicidades.
    Un abrazo.

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