viernes, 15 de septiembre de 2017

SUEÑOS AL DESPERTAR

Cada noche antes de irse a la cama Cibeles dedicaba unos momentos a la  lectura  antes de tener unos instantes para soñar despierta. Imaginar lugares que al pisarlos la fuerza de antepasados le subirían por los pies.

Había recorrido gran parte de las islas griegas y en Santorini sintió las ondas telúricas del volcán. El recuerdo de aquellos instantes la sigue sobrecogiendo, notó el aumento de la sensibilidad del futuro como si una puerta entornada se hubiese terminado de abrir.

Esa sensación la desagradaba en extremo pues casi siempre eran noticias poco amables.

Al principio se las callaba e intentaba alejar esos lúgubres pensamientos de su cabeza. Hasta que un buen día o mejor una terrible noche las pesadillas tomaron visos de cruel realidad.

Se debatía en una lucha interior entre avisar a la persona afectada o que la tomaran por loca. Pasaban los días y al comprobar que no se repetían se tranquilizaba.

¡UFF! Qué alivio…

Al cabo de unos días el sonido irritante del teléfono la despertaba y cuando se disponía a cogerlo lo colgaban.

Pasó una semana desquiciada a la vez que intrigada por la continuidad de las llamadas. Hasta que una tarde tomó el toro por los cuernos y comenzó a repasar mentalmente a qué personas hacía tiempo de las que no sabía nada.

Sacó el listado y marcó el número de María, agotaba los tonos nadie respondía, repetía las llamadas a diversas horas incluso de madrugada con idéntico resultado.

Sin embargo su sueño dejó de alterarse por el timbre telefónico, entonces comprendió que se hallaba en la buena dirección.

Así un día y otro hasta que al fin escuchó la voz de María triste y alterada. Después de unas breves palabras su llanto desesperado de impotencia le comunicó el gravísimo estado de su marido. Se lo llevaba la parca se lo llevaba.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, ahora no podía hacer otra cosa que consolarla ante la cruel realidad.

Después de colgar el auricular Cibeles gritó  “no, no quiero percibir sueños llenos de sufrimiento y dolor”.

Daba vueltas por la casa sin parar  las lágrimas de rabia resbalaban por su rostro. Cada vez  sus sueños se presentaban más a menudo y ella se resistía aceptarlos.

Se decía cada mañana “cosas del inconsciente” “todos tenemos sueños y no sucede nada”. En su interior sabía que eran reales tan reales que identificaba  los hechos y las personas.

Un sufrimiento que escondía a los demás por el temor a la locura y si eso es verdaderamente la locura ¿que la gente no alcanza a comprender?

Con el paso del tiempo Cibeles se acostumbró a vivir con ellos, su sensibilidad se agudizó y comenzó a canalizarla hacia las artes.

Al aceptarlos se fueron distanciando aunque nunca se irán del todo. Ha comprendido que su cerebro nocturno trabaja a toda máquina y solo los que verdaderamente la sobrepasan alguna  vez lo cuenta a grandes rasgos.

 

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