martes, 17 de octubre de 2017

DONDE LAS DAN

Un rugir de fieras rompió la calma de San Andrés la vieja carretera se había convertido en  una selva polvorienta. Sus habitantes extrañados salen a las puertas de las calles a mirar tan raro espectáculo.

Se  miran unos a otros y se preguntan del porqué de tanto alboroto. Nadie sabe nada y se encogen de hombros. Solo un joven callado y tímido cree saber el origen.

Ha pasado el tiempo el muchacho  tuvo una infancia y adolescencia desgarradora donde se sintió maltratado en el colegio solo por ser diferente. Las burlas y las risas de los compañeros hicieron que su tartamudez se agudizara, pero lejos de amilanarse con el paso de los años su carácter se fortaleció.

Fran supo esperar tuvo paciencia e inteligencia para demostrarles que todos solemos tener un punto débil y no nos gusta ser el blanco de las bromas y chanzas para diversión de otros.

Había llegado su hora. Era martes día de mercado  el joven se dedicó buena parte de la mañana a repartir propaganda para dar a conocer un local de próxima  inauguración.

El sábado al atardecer estaba prevista la gran fiesta en las afueras del pueblo.

Los jóvenes de la comarca se las prometían muy felices, tenían una nueva ocasión de disfrutar y la novedad les atrajo como un imán.

La carretera se convirtió en un raly peligroso de velocidad y polvo, una caravana de coches en busca de diversión.

Los vecinos expectantes ante el inusual espectáculo hasta que de pronto un despistado conductor preguntó: ¿Dónde está Viñas Viejas?

Las dos mujeres se miraron extrañadas y a la par respondieron –Carretera adelante y al final hay un desvío lo seguís, pero ¿qué buscáis allí? –

–Nos han dicho que se inaugura un “Puti club” –

Unas ruidosas carcajadas asomaron a sus bocas y los chavales sorprendidos  no acertaban a comprender donde estaba la gracia, muy serios como cargados de razón les dijeron: ¿Hemos dicho algo gracioso?

–Mucho, pero que muy gracioso, os han tomado bien el pelo, allí no hay más que viñas y como su nombre indica viejas a rabiar con un caseto por todo edificio –

El comentario se extendió por el lugar como un reguero de pólvora y según los conductores daban la vuelta las risas se contagiaban entre sus moradores.

Fran había conseguido su venganza y la disfrutó ¡vaya si la disfrutó! y la continua celebrando aunque hayan pasado los años pues la gente la rememora de vez en cuando.

 


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