A penas dormimos cuando a las siete de la mañana ya estábamos
en el autobús para visitar la isla de Corfú.
Su antiquísima historia se remonta a su
colonización por los corintios, tras la guerra del Peloponeso pasó a dominio de
los espartanos, más tarde volvió a estar
bajo los atenienses. Con Alejandro Magno pasó a pertenecer a los romanos del
Imperio Bizantino.
La isla a partir de la Edad Media estuvo
conquistada por árabes, normandos, venecianos y por medio del Tratado de
Campoformio pasó a dominio francés bajo el mandato de Napoleón I, después del
Congreso de Viena, Corfú y el resto de las islas jónicas pasó a control inglés,
que fueron devueltas a Grecia en mil ochocientos sesenta y cuatro.
Tras la perorata de la guía para ponernos
en antecedentes de las ciudades tan
llenas de historia que veríamos desde el autobús. Luego pasamos al palacio
Achillion de la emperatriz Isabel de Austria- Hungría. Es un palacete
sobrio con una estatua de la emperatriz
a tamaño natural, franqueando el acceso al palacio de verano, lo más bonito era
el jardín muy grande presidiéndolo la escultura de Aquiles con la flecha en el talón. Sissi era una apasionada del
héroe. Con fuentes, bancos, bellas plantas y unas vistas panorámicas
fantásticas al borde del escarpado acantilado. Musolini cambió el interior
dejándolo bastante escueto de adornos no añadiendo nada que lo embelleciera.
Después fuimos a un pueblo muy bello con
calles empinadas llenas de comercios, ya me quedaban pocos detalles para llevar
a la familia y aquí me pareció un buen lugar para comprar cosas diferentes.
Paseando por la calle central ví unos frutos parecidos a los nísperos que aquí
llaman quino y con el cual fabrican un delicioso licor. Toda la zona era
agrícola con vides, olivos y grandes plantaciones de quinos éstos eran
originarios de Japón.
Compré una cestita de madera llena de
frutos, un par de botellitas de licor con la forma de la isla y su mapa
dibujado en tonos azules. Con ello completé mi lista de regalos para llevar.
Ya se terminaba el tiempo de asueto y compras nos volvimos al autobús para regresar
al buque. Para empezar con la fantástica rutina de cada tarde-noche que poco a
poco pronto iban a llegar a su fin.
A la mañana siguiente nos esperaba una gran
excursión a un bonito país con las cicatrices de una guerra que no hacia mucho había terminado.
Ya en el autobús de nuevo la guía comenzó
según su costumbre a comentarnos un poco por encima la historia de Croacia y
luego concretando la de la capital.
Preparadas con nuestra libreta tomábamos notas a vuela pluma con
intención de ordenarlas al llegar Alicante. Teníamos mucha información los
datos en nuestra mente se confundían, por eso apuntábamos todo lo posible lo
que escuchamos a la guía. Eso sí que era una excelente idea y más cuando se es
una entusiasta aficionada a la historia
Antigua y Medieval cómo lo soy yo.
Disfrutaría doblemente primero in situ y
después con los resúmenes de las notas que junto con la cantidad de fotografías
hechas durante todas las excursiones nos
servían de apoyo a los datos históricos.
La guía hizo un breve descanso para a
continuación contarnos cómo a Dubrovnik (también llamada Ragusa) se la conocía
con el sobre nombre de la perla del Adriático, está enclavada en la región de
Dalmacia. Zona de grandes barbaries y de excelentes exponentes de las artes y
las ciencias. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en mil
novecientos setenta y nueve.
Después se retrotrajo a la antigüedad
diciendo que fue una ciudad ateniense hasta
la batalla de Kosovo, dando lugar a la firma un acuerdo de protección
con los otomanos, a cambio pagaba un tributo al sultán que llevaban a
Costantinopla. Los armadores tenían el privilegio e comerciar con Asia y
África, Ragusa rivalizó con Pisa y Venecia en riqueza pero con Florencia en la
cultura. Además Ragusa llegó a tener consulado en Sevilla.
La ciudad fue independiente casi mil años e
incluso ocupada la República de Ragusa conservó una gran autonomía gracias a
sus habilidades diplomáticas. Hasta que las conquistas de Napoleón le llevó a
la República de Ragusa que la abolió en un decreto de mil ochocientos ocho. El
dominio francés solo duró unos cuatro años aproximadamente, aunque en ese
tiempo construyeron una fortificación en la cima de la montaña y una larguísima
carretera que aún subsisten. En mil ochocientos quince en el Congreso de Viena
se abolió el imperio napoleónico y pasó a depender del imperio Austro-Húngaro.
En la primera parte del siglo XX pasó a dominio yugoslavo y donde Ragusa pasó
oficialmente a llamarse Dubrovnik. En mil novecientos noventa y uno Yugoslavia
se desmiembra, estallando la guerra y en ese mismo año proclaman por unanimidad
a Croacia como país independiente. En abril del dos mil doce tenía prevista su
incorporación a la Comunidad Económica Europea.
Después de ésta lección de historia
empezamos realmente a visitar los lugares más emblemáticos de la ciudad, tales
cómo sus murallas con sus respectivas puertas, la catedral que por cierto se
hallaban en pleno oficio de la Misa, ya que en su mayoría son católicos.
Luego recorrimos las escalinatas de sus
estrechas calles adornadas con flores al igual que en el barrio pesquero de
Alicante, pero éstas con mucho empaque y señorío. El gran mercado al aire libre cubiertos por
unos toldos de diverso cromatismo. Todo el conjunto era una explosión de olor y color que expelían sus frutos. En
él se hallaban todo tipo de productos que constituían su alimentación sólida y
líquida, por otra zona del mercado
encontrabas la ropa, los complementos, los bolsos con toda variedad de estilos
y usos cualquier cosa que uno se pudiera imaginar. Entre tantos puestos nos
deleitamos tanto por su gente cómo sus actitudes y vestimenta.
Seguidamente nos perdimos entre las
callejuelas escalonadas con sabor marinero para después acercarnos al puerto
lleno de cruceros y de los barcos más lujosos.
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