martes, 24 de mayo de 2016

MI AVENTURA GRIEGA


    Durante el final de la primavera Marisa organizó un crucero por el Mediterráneo Oriental, el Adriático y un poquito del Egeo. Era una tentación irrefrenable para quien durante gran parte de su vida soñó con hacer ese viaje. Conocer la cuna de la cultura, la ciencia y la Democracia, pilares hoy de la Europa Occidental. Pisar los lugares por donde Platón, Aristóteles, Tales de Mileto, Homero, Hipócrates, Safo entre otros anduvieron. Su Mitología nos ha llegado hasta hoy permaneciendo en el firmamento.

 Formábamos un grupito muy heterogéneo, había algunos que nos eran desconocidos, y  no se asemejaba ni remotamente al tipo de gente que solíamos reunirnos para otras excursiones, vamos que no encajaban…

    Llegó el día de partir hacia Madrid.  Montamos en el tren que nos llevaría a la estación de Chamartín, allí nos esperaba un microbús para acercarnos al aeropuerto de Barajas (Adolfo Suárez). Mientras esperábamos la hora de embarcar, tomamos unos bocadillos en la cafetería y  nos dirigimos hacia el mostrador correspondiente a facturar las maletas ¡y qué maletas!... ¡Dios mío qué grandes!...sí solo era una semana…

    Era la primera vez que subía a un avión pero no estaba nerviosa, solo curiosa por las nuevas sensaciones a experimentar. Se hizo de noche durante el vuelo, según  nos acercábamos a Atenas, el capitán nos aconsejaba mirar por las ventanas y ver el gran espectáculo de la Acrópolis iluminada. ¡Fascinante!..., a pesar de los años que

 han pasado, todavía guardo fresca en mi retina aquella maravillosa imagen, ante sala de la cantidad ingente de restos arqueológicos que nos asombrarían. Desembarcamos y el aeropuerto era minúsculo comparado con el de Barajas. Enseguida recogimos el equipaje y nos llevaron hacia el puerto de El Pireo.

    A principios de julio y a las siete de la mañana…, y  ¡hacia calor! Con ropa fresca, calzando unas playeras, y una gorra protegiéndonos del sol. Metimos en la mochila la máquina de fotos, pañuelos de papel, unos bollos, fruta, agua y la cartera. Nos dirigimos con nuestro grupo al autobús asignado. Desde el primer momento Amparo y yo nos sentamos juntas, por desconocer al resto del grupo.

    Llenas de entusiasmo por visitar la Acrópolis no parábamos de hacer comentarios sobre ella, hasta que la guía turística tomó el micrófono para ponernos en antecedentes de la visita.

    La entrada se inicia por una gran puerta llamada los Propileos, a su lado derecho se halla el templo de Atenea Niké con una gran estatua de bronce de Atenea, esta fue realizada por Fidias.

   A la derecha de donde se encontraba la escultura se hallaba el Partenón,  al final está el Erectión, con su stoa sostenida por seis cariátides. En la ladera sur se encuentran los restos de otros edificios, el teatro al aire libre de Dioniso, donde estrenaron sus obras Sófocles, Aristófanes y Esquilo. La mayoría de los templos fueron reconstruidos bajo el mandato de Pericles. Sobre el terreno la guía nos mostraba los dibujos en unas láminas especiales, en las que veíamos cómo eran los edificios en su esplendor.

    Anduvimos con cuidado por toda la Acrópolis, ya que el Partenón se hallaba en plena restauración, porque durante la guerra se utilizó como polvorín y  explosionó quedando derrumbado.

    Cómo tengo por costumbre en mis excursiones hice fotografías de éste magnífico e histórico lugar para mantener vivo su recuerdo.

    Después bajamos a la ciudad de Atenas a probar sus exquisiteces culinarias, pero  nos adentramos por el centro de la capital para callejear y conocer sus edificios e iglesias ortodoxas.

 Andando, andando topamos con el mercado al aire libre de frutas y verduras, el color llamativo y su frescura, nos hizo comprar gran cantidad de unas deliciosas cerezas que nos refrescaban  a la vez nos sirvió de comida. Saboreando la fruta dimos de bruces con las típicas tiendas para turistas, en ellas adquirimos algunos detalles para parte de la familia y poca cosa para nosotras esto solo era el principio del viaje. Luego fuimos al punto de encuentro para subir al autobús desde donde nos enseñarían una vista general de la ciudad.

 Hicimos una parada en el museo Arqueológico y después otra en lugar donde se celebraron los Juegos Olímpicos modernos, en que se conmemoraba los siglos de su instauración en la antigüedad.

    Atenas como ciudad moderna deja mucho que desear, más bien fea, no encuentro un adjetivo que la califique mejor. Con el deseo que con el paso el tiempo en la ciudad se obre el milagro de mejorar su aspecto, iniciamos el regreso al barco. La experiencia del crucero anterior me sirvió de referencia para elegir los lugares del buque que más me divertirían, pero no contaba con las vueltas que dábamos para encontrar las salas, era tan grande el barco que en subir y bajar e ir hacia un lado y otro se nos iba un buen rato ¡cosas del crucero!
   
 
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3 comentarios:

  1. Hola Toñi, te tengo presente, de hecho estás en mis enlaces pero ando liada y nunca te pongo comentarios. Me encanta: pintura, viajes y refranes. Genial, ya sabes, me encantan las tres cosas. Los refranes los conozco y me recuerdan mucho a mi madre, ella los usaba. Las pinturas interesantes. Intento aprender cada día un poco más de ella. Y ya con respecto a esta entrada. El viaje por el mundo griego, es una asignatura pendiente algún día iré, por ahora me conformo con leer vuestras experiencias. Besos

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    1. Hola Emerencia gracias por tu comentario, también suelo echar un ojo a tus cosas. Yo me iré en junio de viaje y el blog se resentirá, aunque él se merece unas vacaciones jaja. Besitos

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  2. Me gustaría hacer un crucero y conocer las islas griegas. Pero de momento no encuentro el momento. Me voy culturando con lo que algunos posts de viajes me enseñan. Hice ya unos años un crucero por las Capitales Europeas y me encantó. Sobre el barco aunque no era de los grandes siempre estábamos perdidos buscando las salas. Un abrazo

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