jueves, 26 de marzo de 2020

LA TRANSFORMACIÓN DE ALMA

  Alma se sentía cansada  por el tedio y la monotonía del trabajo. El invierno poco a poco quedaba atrás, la luz primaveral se colaba a través de la ventana y los rayos de sol comenzaban a templar  su habitación, un pequeño habitáculo que ella había convertido en su refugio. En él se sentía segura, a salvo; allí era donde desarrollaba todas sus inquietudes sin temor a las burlas de los demás.

            No era agraciada: su nariz, fea, grande y aguileña, destacaba demasiado en su cara escuálida. Sin embargo sus bellos ojos negros con enormes pestañas tenían un brillo especial,  una mirada suya desnudaba a su interlocutor, además de poseer un tipazo que hacia volver la cabeza a los hombres.

Cuando me ven por detrás los atraigo como un imán pero en cuanto me doy la vuelta huyen despavoridos; se decía con ironía.

            En el trabajo era el hazmerreír de un par de compañeros que con sus palabras soeces, poco a poco iban horadando su autoestima. Pese a su sentido del humor  peculiar e inteligente, llegó un momento que se le hizo insoportable. Las bromas amenazaban con extenderse por toda la oficina. Pensó en pedir un traslado aunque ello significase dar la batalla por perdida. No acababa de ver en ello una buena solución pues seguramente seguiría siendo el objeto de sus burlas aún en la distancia.

             Se puso delante de su portátil con dedos ágiles redactó su curriculum. Cuando lo terminó lo repasó minuciosamente hasta considerar que todo estaba perfecto. Sólo le faltaba la foto para poder subirlo a Internet, pero por más que rebuscaba en sus cajones del escritorio no encontró ninguna. Entonces se acordó de Alejandro su vecino, que estaba presto a echarle una mano cada vez que lo llamaba.

   − Hazme una foto por favor −   le pidió Alma entregándole su móvil.

   − ¿Qué vas a hacer con ella? −

   − Yo nada lo vas a hacer tú. Quiero que la retoques para estar un poco más mona pues voy a añadirla a mi curriculum.

   − No la retoques  sino ya no serías tú −

   − Sí, la fea de la oficina − le respondió.

   − Eres muy atractiva y con muchísimas cualidades − 

   − ¿Si?  ¿Y quién las ve?−

   − Yo − respondió Alejandro, con una firmeza en su voz que a él mismo sorprendió. Alma se quedó petrificada. No esperaba una respuesta tan categórica y sincera. Por primera vez no sabía qué decir, un silencio incómodo se extendió por toda la habitación. Alejandro preso del nerviosismo se despidió con voz temblorosa y  se marchó.

            De pronto la mente de Alma comenzó asimilar la corta conversación con su vecino, no salía de su sorpresa ante la reacción de éste. ¿Estaría enamorado de ella? Y ¿Cómo no se había dado cuenta? Se miraba demasiado el ombligo y no veía las cosas más evidentes que ocurrían a su alrededor. A partir de ese instante su percepción de la realidad cambió. Lo mismo que su mirada hacia Alejandro. Ahora ya no veía al vecino que la sacaba de apuros si no al hombre que tanto la había ayudado siempre.

             Repasó mentalmente todas las veces que le había importunado a deshoras y él acudía solícito con una sonrisa en los labios. Siempre que le necesitaba estaba a su lado, incluso para escucharle hablar de sus decepciones sentimentales, los dos ante una taza de café o un simple refresco. Entonces comprendió que lo hacía por amor y ella… ¡sin darse cuenta! Eso había que cambiarlo, tendría que dar valor a las personas que verdaderamente importaban.



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