domingo, 17 de mayo de 2020

ENERO EN PARÍS


 En  un pueblo de Valencia, cuyo nombre no recuerdo, nació Isabel un veintinueve de enero a finales del siglo XIX. En los húmedos días de invierno por las tardes y alrededor de la mesa camilla, nos relataba  las historias de su ajetreada vida y las costumbres de aquellos lugares tan diferentes.

Cantar y fotar  siempre lo hizo muy bien, en aquella época sus padres no querían que se dedicase al mundo del espectáculo, estaba mal visto en una señorita de su posición.

En compensación y acompañada de su hermano mayor les mandaron unos días a París.

Las bailarinas con sus can canes y  botas peculiares, que tantas veces contempló en las láminas  de  Èdouard  Manet o Touluse- Lotrec hubiesen estado en el cabaret. Su ilusión por conocer el Folies Bergère se vió por fin cumplida.

Ahora las observaba con deleite ¡ay qué emoción, qué ansiedad! Le gritaba a su hermano, él asentía sin escucharla. Mucho bullicio y gran espectáculo como para despistarse un segundo. En España no  ocurría o por lo menos  ellos no tenían constancia.

Su excitación llegaba a un nivel que su hermano se alarmó.

—Tranquila, que no es para tanto—

— ¿Cómo que no es para tanto? Si es como tocar el cielo con los pies—

Luis meneó la cabeza y continuó admirando el devenir del programa.

Con el paso de los días disfrutaron de la ciudad incluso viajaron en el metro, ¡un tren bajo tierra! Toda una proeza.

Las influencias familiares les concertaron una visita  con el anciano escritor D. Vicente Blasco Ibañez, pues pasaba unos días en París ya que se había retirado a Mentón.

La ansiedad por conocer a tan ilustre personaje le afectaba a su estómago, debían hacerle un obsequio, a los hermanos no se les ocurrió otra cosa que comprar una pluma.

La audiencia transcurrió con normalidad y el afamado novelista les entregó uno de sus libros dedicado. Corría el año 1928 en la sociedad comenzaban a intuirse un malestar que pronto se extendería a casi toda Europa.

En la colina de Montmartre a la derecha del Sena, en su falda se ven casas humildes, ocupadas por diversidad de gentes atraídas por la luz de París. La mayoría pintores que se atrevían a romper los cánones establecidos.

El dinero les escaseaba, por ello determinaron regresar a Valencia.

Lo que no relata Isabel son sus peripecias íntimas, cada vez que se lo insinuamos su cara se vuelve carmesí y simula un diminuto ataque de ansiedad.

 ¡Cómo nos gustaría saber lo que aprendió en París!



 ©  Todos los derechos reservados.















No hay comentarios:

Publicar un comentario