miércoles, 1 de julio de 2020

CHARLAS EN EL BUS

No hay como viajar en el transporte público y observar al personal, que sin conocerse de nada se cuentan obras y milagros de su azarosa vida, sobre todo si ya han alcanzado la edad dorada o no tan dorada de la jubilación.

La filosofía de andar por casa, que esa sí,  es la que de verdad ayuda a los que quieran aprovecharla, que no solo somos unos viejos decrépitos que chochean, pero bueno que me desvío de la cuestión.

Uno de los días que bajé al centro al regresar a casa después de un paseo por la playa subo al autobús y escucho a dos jóvenes dorados como dicen:

—Que no hay que sufrir tanto niño, como tú te vas a morir y yo también—.

—Ya pero yo soy  un poco más joven que tú—

—Sí como si eso fuera garantía de quien se va a morir antes. —

Comprendo que mientras lo esperaban habían pasado el rato conversando y que llegué a oír solo el final y es que a la parca la queremos lejos y cuando más tarde mejor.

La siguiente anécdota no la puedo olvidar pues todavía resuenan las risas en mi cabeza, la espontaneidad de los niños y su capacidad de sorpresa por las cosas más inverosímiles me provocan ternura.

En la parada de los colegios un montón de niños y familiares que van a recogerlos al acabar el día escolar, se abren las puertas y como en estampida suben  corriendo y van hacia la parte final del bus cuando de repente uno se para en seco delante de un señor con los ojos muy abiertos y con admiración exclama: ¡Vaya bigote! ¿Ese bigote es tuyo?

El caballero sonríe y responde: Claro que es mío

      — ¿Pues has debido de tardar mucho tiempo? Es muy grande—

   Sí, mucho tiempo, ¿por? —

   Porque mi papá lo tiene desde hace mucho y a penas crece, pero el suyo es negro ¿sabes? bueno adiós—

El niño se va junto a sus amigos sin dejar de murmurar ¡Vaya bigote, eso sí es un bigote y encima blanco!

También se oyen penas, desgracias y sufrimientos de eso todos tenemos en demasía, por eso unas risas de vez en cuando nos anima a llevar mejor nuestros días.

Me vuelvo a desviar de lo que os quería decir, una de tantas cosas nimias pero que al escucharlas nos dibujan una sonrisita en el rostro.

Una de esas tardes que apetece tomar un café, en la terraza de una cafetería para pulsar el ambiente de la ciudad y dar una vuelta por los escaparates del centro, solo por ver la moda que nos quieren vender  y los vivos colores del paseo que llegan con la primavera.

Pues esa tarde al subir al bus me senté en el asiento  que hay detrás del conductor, comencé a escuchar la conversación, sin prestarles mucha atención a las tres personas que estaban a mi espalda sus voces daba lugar a que se enterara todo el autobús.

Hablaban de huertos, de aves pero lo que en verdad hizo que de mi boca saliera una mal disimulada carcajada.

Después de un rato una de ellas le dijo: Me guardas un pollo para el sábado.

 —Claro tu me llamas el día de antes y mi marido te lo prepara, como si quieres huevos—

—Pero lo quiero muerto sin plumas—

—Te costará un poco más—

—No importa, que no quiero matarlo yo, no lo asesino—

—No mi marido no los asesina, solo los mata—

De nuevo en los rostros se perciben unas muecas irónicas con pretensión de sonrisas. Llego a mi parada, me dispongo a salir no sin antes echar un último vistazo al grupo y mis ojos brillan.



©  Todos los derechos reservados.










2 comentarios: