domingo, 12 de julio de 2020

TROMPETAS Y TIMBALES


No sabía Néstor que ese día  de verano iba a marcar el destino de la mitad de su vida. Llevaba casi dos años en su nuevo cargo en la empresa en el cual  había puesto todo su empeño en conseguirlo, por fin había colmado todas sus aspiraciones, un buen sueldo y los privilegios de su nuevo estatus social.
Las envidias comenzaron a florecer entre sus antiguos compañeros que ahora se habían convertido en sus subordinados.
La presión acabó por afectarle, necesitaba con urgencia una vía de escape donde desahogar el estrés de cada jornada. El gimnasio que veía cada mañana desde la ventana de su despacho pareciera que le invitara a pasar, el sentirse encerrado por voluntad propia no era una  opción.
Le bastaba las horas de libertad  de cada fin de semana, por las orillas del Manzanares o las subidas a la sierra del Guadarrama con el grupo ciclista del barrio del Pilar, sentir el viento en el rostro, el murmullo de las hojas mecidas por el aire, los trinos de los pájaros y el rumor del agua era música para los sentidos.
Y la música, sí la música de jazz  destacaba sobre todas las demás y mira que le gustaba escuchar toda la variedad del universo, pero solo el jazz era capaz de transformarle de elevarle a otros mundos hasta llegar a obsesionarle.
Con los nuevos ingresos al fin pudo adquirir una casita en la sierra; insonorizó la habitación más grande porque los planes de futuro consistían en agrandar su colección de discos y terminar de aprender la percusión, eso sí iba a ser ruido.
Poco a poco fue trasladando sus preciados vinilos que había conseguido en el rastro por mucho menos que en el circuito habitual. Los domingos madrugaba cual día de oficina y paseaba la calle  Ribera de Curtidores en busca de una joya, ya fuese de Louis Armstrong, Miles Davis, Carpenter o John Coltrane entre otros.
También guardaba como oro en paño un libro antiguo de la historia del jazz que por supuesto halló en el mismo tenderete de costumbre.
La vida personal comenzaba a tambalearse desde el mismo momento de su ascenso, la cantidad de horas que le exigía su nuevo puesto le privaba del poco tiempo de ocio que compartían.
Además al finalizar la jornada necesitaba explayarse para que su mente estuviese clara a la mañana siguiente, por ello se acercaba de vez en cuando a su sala favorita, la decoración con unas vigas de hierro, plantas colgantes y los carteles de los míticos músicos de jazz, escuchaba la música mientras se tomaba una refrescante tónica con una rodaja de limón.
Ésta sala no era otra que el: JAZZ BAR situada en la calle de Moratín. Pero cuando de verdad necesitaba  escuchar en vivo, sentir las vibraciones que transmitían los músicos  acudía a la sala CLAMORES sita en la calle Alburquerque. Se estremecía y su mente volaba sin cesar a otros lugares mágicos.
Después  con la última canción en la cabeza daba un paseo a lo largo de la calle miraba las ventanas iluminadas, alguna figura recortada se apreciaba tras las cortinas, elucubraba sobre las vidas de sus moradores y sus avatares diarios, amores y desamores, risas y llantos. Madrid nunca duerme se decía, hasta que fijaba su vista en los carteles luminosos de los relojes digitales, ya era tiempo de regresar a casa pensaba mientras movía la cabeza de un lado a otro, presentía una nueva  discusión con ella lo que se estaba se estaba convirtiendo por desgracia en su vehículo de comunicación.
Cada semana deseaba con fervor casi religioso que llegara el sábado, ese día madrugaba más que cualquier jornada de trabajo, de camino al pueblo serrano paraba siempre en la misma gasolinera   echaba combustible al coche y aprovechaba para desayunar.
Una vez en la casa se cambiaba de ropa y  calzado dispuesto a emprender una buena caminata, respirar el aire puro  descansar un rato sentado a la orilla. El riachuelo le serenaba y le permitía pensar en la encrucijada en la que se hallaba a sus cuarenta y dos años.
A veces, solo a veces Gela se acercaba con la comida hecha y con los suministros para la despensa. Ella también le daba vueltas al deterioro de la relación no le gustaba el cariz que la misma tomaba. Quizás fuese mejor dejarlo ahora antes de cometer cualquier torpeza que les llevara a finalizar de un modo grotesco.
 Estaba cansada de luchar por mantenerla a flote, desde luego la situación se había hecho insostenible, a penas se veían y de hablar no digamos, aquello no era charlar de las cosas cotidianas solo eran reproches y faltas de respeto, el final estaba presto para dar su último estertor.
Ese domingo Néstor había decidido dar un cambio radical a su vida, esa noche de regreso a Madrid tendría un sereno diálogo con  Gela, sabía que a partir de ese momento cada uno tomaría rumbos diferentes.
De vuelta a casa al abrir la puerta percibió el aire enrarecido la llamó varias veces sin respuesta, fue recto al dormitorio y en su mesilla de noche halló una nota que simplemente decía: ¡ADIÓS!
Abrió las puertas del armario y el lado de ella hasta entonces agolpado de prendas y en ese momento  vacío,  solo  un enorme vacío y no solo en el armario.
Ahora que la situación se la dieron resuelta comenzaría a planificar con una calma tensa todo lo demás. Suspiró profundo mientras se tapaba la cara con las manos, sus pensamientos eran como los estruendos de un volcán a punto de explotar, se levantó fue a la cocina y calentó un vaso de agua, ésta vez sería ración doble de tila.
Poco a poco la infusión hizo su efecto tranquilizador y el peso de sus párpados le indujeron al sueño.
Con el comienzo del trabajo diario volvieron las presiones, pero él ya no las sentía le daba lo mismo, la noche a pesar de sus tinieblas le había proporcionado la luz que necesitaba.
En el receso del café descolgó el teléfono y al otro lado una voz muy querida respondió —Diga—
—Hola mamá, ¿puedo ir a cenar esta noche?—
—Claro, ¿vendréis los dos? Supongo—
 —No mamá, voy solo—
—Bueno aquí te esperamos, hasta luego—
—Un beso—
Colgó el aparato  dio el último sorbo al café antes de reanudar la batalla,  con el montón de papeles que se habían acumulado durante el fin de semana parecía que todos hubiesen trabajado esos dos días.
(Continuará...)

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