viernes, 17 de julio de 2020

ENTRE PIGMENTOS Y PINCELES


  Le encantaba la pintura y en Etnacil su pequeña ciudad de provincias, los museos eran abundantes pero no con la importancia de hacer grandes exposiciones. Pero un año se  obtuvo el premio europeo al mejor museo de Arqueología.
 Una de las veces que se acercó a Madrid para visitar el Museo del Prado coincidió con una exposición especial sobre la obra de Monet. Ella   se quedaba absorta ante cualquier cuadro de los impresionistas....  Desde que vio las maravillas de los jardines de Claude Monet aquel día en el Museo, supo que cambiaría  parte de sus estudios para encauzar la que sería su profesión definitiva.
    Estudiaba Bellas Artes con la intención de restaurar las grandes obras de la pintura  de ese modo  penetrar en la mente de los autores, adentrarse en las circunstancias de sus vidas.  Al volver a la universidad se interesó por el diseño de los jardines. Estudiaba sin cesar, el día no tenía suficientes horas para ella. Ahora su vida giraba entre las clases y su habitación, con la cabeza siempre dentro de los libros y del portátil.
    Se rodeó de láminas de las obras del pintor, no que  Le encantaba la pintura y en Etnacil su pequeña ciudad de provincias, los museos eran abundantes pero no con la importancia de hacer grandes exposiciones. Pero un año se  obtuvo el premio europeo al mejor museo de Arqueología.

 Una de las veces que se acercó a Madrid para visitar el Museo del Prado coincidió con una exposición especial sobre la obra de Monet. Ella   se quedaba absorta ante cualquier cuadro de los impresionistas....  Desde que vio las maravillas de los jardines de Claude Monet aquel día en el Museo, supo que cambiaría  parte de sus estudios para encauzar la que sería su profesión definitiva.

    Estudiaba Bellas Artes con la intención de restaurar las grandes obras de la pintura  de ese modo  penetrar en la mente de los autores, adentrarse en las circunstancias de sus vidas.  Al volver a la universidad se interesó por el diseño de los jardines. Estudiaba sin cesar, el día no tenía suficientes horas para ella. Ahora su vida giraba entre las clases y su habitación, con la cabeza siempre dentro de los libros y del portátil. daba un hueco de la pared que no cubriera. Tanto se entusiasmó con él que investigó hasta el detalle más insignificante de su biografía.
    Llegó el verano de su partida inminente a París. Con poco equipaje y con muchos sueños en la cabeza, comenzaba una experiencia que no sabía a donde le conduciría. La aventura en la que se embarcaba era excitante, durante el vuelo cerraba los ojos imaginándose paseando por el barrio bohemio de  Montmartre y   las zonas aledañas, ¿quien sujeta  una fantasía tan desbordante como la suya? Solo la realidad podría bajarla de la nube de ensoñación en que se hallaba.
    Por fin pisaba las calles que otrora lo hiciesen aquellos pintores valientes, que  rompieron  los cánones establecidos e ignoraron los consejos de los marchantes. Esa misma rebeldía  le subía por sus pies y se adueñaba de todo el cuerpo, esa imperiosa necesidad de lo desconocido la trasladó a París.
    Estaba entre los pintores aficionados y otros que dominaban el arte con un embrujo especial, al contemplarlos sintió hacerse pequeñita casi invisible sin embargo buscó un lugar que le permitiera esbozar un retazo del lugar.
   Extendió su silla de tijera abrió el bloc de dibujo, cogió un carboncillo con su mano izquierda mientras con la derecha sujetaba el bloc, sus ágiles dedos deslizaban trazos a toda velocidad  apenas si parpadeaba ante tanta excitación.
    Cuando una voz le preguntó: ¿a quién dibujas?  A lo que ella respondió –a la mujer que tengo delante –
   —No veo a nadie solo están los edificios— Priscila levantó la mirada y comprobó que efectivamente el muchacho tenía razón, entonces... ¿a quién había dibujado ella? Juraría que estaba delante con ropas de época.
    Le mostró el retrato a Michael  ambos reconocieron el gran parecido con un cuadro de Monet se miraron desconcertados negando con la cabeza, “no puede ser… pero se parece tanto a Camille” murmuraron entre dientes.
     Recogieron sus útiles pensativos y se fueron a comer a la taberna próxima que conservaba algún cuadro del pintor.
     Apoyando los bártulos junto a la ventana al tiempo que se sentaban en los taburetes de madera oscura, el camarero se aproximó con la carta. No pudiendo reprimir su curiosidad Priscila sacó su bloc que puso sobre la mesa al verlo el hombre le comentó— ¿Ha visto a la señora mientras dibujaba?—
    —Si— contestó. Entonces comenzó a contarle que efectivamente era Camille la primera esposa del pintor que solía aparecerse a las jóvenes aficionadas entusiasmadas por las obras de Monet. Dicen que sus celos les provocan visiones hasta el punto de volver loca alguna de ellas. Así que señorita le recomendaría la vuelta a su país antes de que sea tarde.
   Incrédula ante todas las leyendas de fantasmas o cosas por el estilo Priscila sonrió con benevolencia al camarero mientras devoraba su bistec con patatas fritas.
    Se despidió de su nuevo amigo hasta la mañana siguiente y entre risas decía— no pintaré a Camille—.
    Pasaron varios días sin acercarse por el lugar, Michael preguntaba por ella a todos los que les vieron aquella mañana en la taberna, pero nadie le dio una respuesta. Inquieto marchó a la comisaría más cercana a denunciar su desaparición.
    A las pocas horas le dijeron que a su amiga la hallaron en circunstancias poco agradables, hablaba incoherencias y desnutrida.
     Fue al hospital y según se acercaba a la habitación  escuchaba una voz que decía: ¡Oscar-Claud!...  ¡Claud!... ¡Claud!..

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