martes, 11 de agosto de 2020

NUBES DE CARAMELO


                                           
   Necesitaba estar unos días a solas cerca del mar, pero no de cualquier mar, si no  el bravo al borde de los acantilados. Una fuerza interior le urgía a sentir el poderoso ruido de sus olas rompiendo contras las rocas. 
 Tomó unos días de vacaciones para poner rumbo al norte, a un pueblecito asturiano donde una cabaña la esperaba con todo lo que pidió por Internet. Allí, alejada del bullicio de la gran ciudad, volvería a encontrar la inspiración, esa que llevaba dos años ausente de su vida.
   Los cuentos infantiles que tanto gustaban a los niños pero que leían los padres, ya no los escribía. No se llevó el portátil, sin embargo cargó la maleta con cuadernos y lápices de grafito junto con las acuarelas y  una radio. 
    Se instaló en la casa colocando las pocas pertenencias que había llevado,  calzó las deportivas y salió a reconocer el paisaje. Apenas  encontró  una o dos personas, observó la belleza del mar con los últimos rayos de luz por primera vez en años,  sintió estremecer su cuerpo de emoción al contemplar tan hermoso anochecer.
   Estaba  cansada del viaje y reconfortada por el paseo tomó un pequeño refrigerio, se aseó para meterse en la cama pero antes conectó la radio. Durmió plácidamente toda la noche  al despertar se desperezó muy despacio, por primera vez estaba relajada no sentía la presión de la ausencia de ideas.
      Cogió el cuaderno, las pinturas con la firme decisión de trazar un bosquejo de la naturaleza que la rodeaba. Le encantaba el cromatismo vivaz, no había más que echar una ojeada a su vestuario para percibirlo, el color era reflejo de  su carácter. A medida que ascendía hacia los acantilados, divisó  un hombre sentado en una roca frente al mar.
  A medida que se aproximaba le notó absorto contemplando el caballete con el pincel en la mano, parecía que no sabía muy bien por donde continuar su incipiente cuadro. No deseaba incomodarle, por ello se desvió hacia un sendero más abrupto  con  arbustos a ambas orillas, donde algunos animalitos se refugiaban de las miradas de los humanos.
    Se acomodó entre la hierba, abrió su bloc y comenzó a garabatear el paisaje, garabatear porque el dibujo nunca fue su fuerte aunque no sería por falta de constancia.
   Los ruidos de su estómago le avisaron de  la hora de volver a la cabaña,  recogió sus bártulos y comenzó a desandar el camino, pero al llegar a la bifurcación se encontró con el pintor cargado con el caballetes. Solícita se ofreció a aligerar su carga. Durante el trayecto comentaron como les había ido la mañana.
   El artista  le dijo que acudiría al mismo sitio por la tarde, ya que el cambio de luz afectaba a la luminosidad que buscaba para su pintura.
   A ella le había  había llevado hasta ese bonito rincón escondido, su falta de inspiración  si después de las vacaciones no la recuperaba, tendría que volver a su antiguo trabajo lleno de monotonía  sin luz natural en la capital.
   Después de despedirse y con el sol en su cima, lo que verdaderamente le apetecía a la joven era algo fresco y una siestecita  antes de volver al acantilado.
   Tuvo un sueño agitado  no paraba de dar vueltas hasta que sobresaltada se despertó. Por un instante se sintió desorientada, todo le daba vueltas. Cerró de nuevo los ojos pero enseguida los abrió  todo estaba en orden tal y como lo había dejado antes.
    Volvió a mover la cabeza de lado a lado, como si con el gesto ahuyentara los temores que de niña le asustaban. Se lavó el rostro varias veces con abundante agua fría  y a continuación  pasó los dedos húmedos por su pelo corto.
     Necesitaba aclarar sus ideas para ello pensó que lo mejor era andar bordeando la costa sintiendo la brisa  sobre su piel. Protegió su nívea piel con abundante crema, se calzó de nuevo las zapatillas y cogiendo una botella de agua salió a caminar por los acantilados.
   Respiraba profundamente  el aire húmedo  con tal profusión hasta henchir sus pulmones. Lo que buscaba era renovarse cargar de energía su cuerpo y llenar de paz su espíritu, en definitiva salir fortalecida para la lucha.
   Anduvo demasiado  se encontraba fatigada, se aproximó con cuidado a la peña más cercana al mar pero esta vez no vio al artista, así que estuvo un buen rato contemplando las maravillas naturales hasta que el sol se escondió. Con la luz del anochecer bajó hacia la cabaña a toda prisa por temor a que la noche no la dejara ver los obstáculos del camino.
    El cansancio la adormecía, madrugaría  para ver amanecer, era un espectáculo que en la ciudad no podía disfrutar. Al día siguiente encaminó sus pasos hacia el lugar donde solía sentarse el anciano.
  Tenía la inquietud de conocer la obra del pintor y al tiempo adquirir algunos conocimientos de la pintura que tanta fascinación causaba en ella.   
 Sus ojos se fijaban en la viveza de los colores que el artista aplicaba. Le asombró descubrir que toda la composición se basaba en unas hermosas y diminutas criaturas rubias y de ojos tan azules como el mar, una composición extraña en un paisaje claramente reconocible. Creaba un mundo mágico desconocido hasta entonces para ella.
   Apenas intercambiaron algún comentario sobre la obra, él no daba crédito a que no le reconociera siendo tan afamado en los círculos artísticos. “Mejor así” pensó; estaba saturado de los  elogios vanos que a veces escuchaba. Por lo menos ella lo trataba con respeto  sin adulaciones.
   Después de pasar toda la mañana juntos, el pintor la instó a contemplar los últimos cuadros que había pintado desde que se trasladó la primavera pasada. Ante sí vio como la temática era la misma solo cambiaba el fondo.
    La cronología era como estar viendo una película de fantasía.   Descubrió como en cada pintura su centro estaba dominado siempre por una misma figura etérea, con unas alas apenas perceptibles, mientras que en las demás se veían con toda nitidez. Al preguntarle por ello la respuesta la dejó tan desconcertada que no reaccionó.
   ¿Cómo es posible que estuviera pintando lo que soñaba y que además la estuviera esperando? ¡Si hasta hace unos días ni siquiera ella sabía en que lugar concreto iba a descansar!
    Su sorpresa fue aún mayor cuando  el pintor le indicó sonriendo que observara los rasgos faciales de la figura principal. ¡Qué casualidad! ¡Qué parecido tan enorme! La verdad  le recordaba cuando era pequeña y cuanto más la observaba más se reconocía.
    La invitó a comer en un hotel rural próximo al pueblo. Cuando degustaban las  viandas de la zona, el artista comenzó a contar las historias que por allí pululaban. Le habló las creencias de la gente en la existencia de las xanas.
   Después se fueron paseando hacia el mar  el artista comenzó a narrarle una de las leyendas que por allí se decían. Cuando más avanzaba en el relato más intrigada se sentía, supo que las xanas intercambiaban sus hijos por los de los humanos para que éstos los alimentasen con leche ya que ellas carecían de pechos.
    En un periodo aproximado de cuatro meses los volvían a cambiar, pero al niño humano siempre le dejaban de regalo una cualidad con la que  le facilitaría su estancia en el mundo.  Después de referir la historia hizo una pausa prolongada, la miró y dijo: “yo soy uno de esos niños”. Ahora solo me queda rogarte que cuentes sus mundos mágicos, para ello te daré los cuadros que pinté durante mi estancia aquí. Es la inspiración que andabas buscando, mientras escribas sobre ellas todo irá bien. Si alguna vez te vuelve a fallar vuelve aquí ellas te recompensarán”.
   No salía de su asombro ante semejante revelación, no se lo pensó dos veces cuando le prometió que escribiría inspirada en sus pinturas. El artista se despidió de ella pues al día siguiente partía para Madrid por unos compromisos ineludibles.
   Al día siguiente la embargó la melancolía por la ausencia de su nuevo amigo.    Con calma y cuidado fue envolviendo sus cuadros los metió en cajas y las selló para protegerlos.
 Al refrescar la tarde se alejó de allí pensando que había descubierto un nuevo y maravilloso mundo mágico. Se había reencontrado con la niña que fue  eso le había ayudado a comprender lo que el artista le transmitió.
   De vuelta a la rutina se maravilló al contemplar cómo las pinturas cobraban vida ¿o acaso era su imaginación? Al estar delante del portátil  sus dedos volaban sobre el teclado apenas comió pues no podía dejar de escribir... ¡hacía tanto que no le ocurría!
    Los días se le pasaban volando, le faltaban horas para escribir estaba emocionada con las historias que fluían por su mente.
Una tarde un timbrazo la devolvió a la realidad: una amiga la llamó para recordarle que tenía que acudir a una exposición de pintura a la que ambas habían sido invitadas,  se calzó las sandalias, cogió el bolso y bajó  las escaleras.
   Iba deteniéndose en cada obra de temática variada, desde lo abstracto al retrato pasando por los bodegones, pero fue el cuadro que cerraba la exposición el que la dejó boquiabierta, se reconoció aunque la pintase con el pelo largo, rubio y con unas tenues alas semi transparentes en medio de unas nubes blancas y rosadas.
    Sonrió al ver como le recordaban a las nubes de caramelo que le compraban cuando era niña. Desde el fondo de la galería unos ojos de mirada dulce le estaban diciendo que en el cuadro había algo más que ella debía encontrar.
    Los reconoció, pero los suyos respondieron con preguntas que hasta entonces no había hecho. ¿Por qué la pintaba con alas transparentes? ¿Qué mensaje trataba de enviarle? Los interrogantes bullían en su cabeza una y otra vez, quiso aproximarse al pintor para que le diera alguna clave, que le ayudase a descifrar la pintura. Al aproximarse le vió desaparecer  entre la gente. Con él se desvaneció su oportunidad de saber.
   Se volvió hacia el cuadro para memorizar cada detalle buscaba las pistas que el artista le decía a través de la pintura. Suspiró profundamente cuando una idea increíble cruzó por su cabeza.

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